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Papa Francisco prefiere la claridad a la precisión

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Manuel Bru - publicado el 21/01/15
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Análisis del lenguaje llano del Papa

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Han corrido ríos de tinta, y ha salido hasta la saciedad en las televisiones, primero las palabras del Papa en las que con un ejemplo popular explicaba que lo de insultar a una madre (y para el que tiene fe, Dios y su revelación es aún más valiosos que su madre), es algo extremadamente provocativo, en referencia a que la libertad de expresión no puede obviar la libertad religiosa. 

Habiendo dejado claro que en ningún caso se puede responder a esa provocación con un acto terrorista. Y segundo, sus palabras para explicar que la paternidad y maternidad responsables no significan tener hijos en serie.

En estos dos episodios nos encontramos con un viejo debate sobre el lenguaje. 

Este modo de hablar del Papa supone, evidentemente, una serie de riesgos. A más argumentación y matización mayor precisión, pero menor alcance comunicativo, y a veces también comprensión, por compleja, deficiente. 

A más concisión, que requiere siempre simplificación, más claridad y alcance del mensaje, pero mayor imprecisión, mayor riesgo de malinterpretación, y mayor facilidad para que otros puedan manipular el mensaje, sobre todo cuando se saca el texto del contexto como pretexto, como dice el Profesor Serrano. 

El Papa Francisco parece haber conseguido una suerte de conjunción entre el lenguaje preciso y matizado (pero no por ello poco claro, y en todo caso, suficientemente conciso y escueto), y el lenguaje espontáneo y/o conciso, lo que en el argot periodístico venimos llamando “dar titulares”. 

San Juan Pablo II daba titulares para los diarios de gran tirada; Benedicto XVI los daba sólo para revistas más selectivas y sesudas; Francisco da titulares para todo. 

Parece demostrado que el Papa, si tiene que elegir, opta antes por la claridad que por la precisión. Aunque no por ello sea amigo de los titulares, y citando a Jorge Luis Borges, recuerda que no por imprimir una noticia con grandes titulares, por ello es indiscutiblemente verdadera. 

No se trata por tanto para el Papa Francisco de una cuestión de marketing eclesial, sino de servicio a la sencillez y a la claridad, aunque a veces para muchos sea escandaloso. 

El sabe que lo importante es que la gente buena y sencilla le entienda, aunque los listillos y los voceros de discordias intenten siempre manipularle. Y la gente sencilla entiende, por ejemplo, que si no quieres violencia, no provoques con insultos, y que confiar en la providencia no esta en contradicción con una realista paternidad responsable. 

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