Seguir a Jesús no consiste en cumplir una doctrina, se trata de unirse a Él¿Qué busco yo? ¿Qué pretendo y espero de la vida? A veces buscamos horizontes amplios y detrás se esconde un deseo secreto de triunfar, de demostrar cuánto valemos.
Me sorprendo a mí mismo atrapado en reflexiones similares. ¿No estoy acaso contento con mi vida?
Me toca hablar con muchas personas insatisfechas con la vida que llevan. Personas casadas, separadas, solteras, consagradas, con muchos años ya a la espalda. Jóvenes que no le encuentran sentido a su presente y temen el futuro.
Veo a veces miradas de insatisfacción. Te cuentan su vida con algo de tristeza. Algunos ya curtidos por los años piensan que no han dado todo lo que tienen, que valen mucho más y por culpa de las circunstancias no han logrado realizar sus sueños.
A veces pienso que buscamos lo que no nos conviene, lo que no nos va a hacer felices.
Nos obsesionamos con proyectos inalcanzables, en los que somos protagonistas y nunca acabamos de estar contentos con lo logrado. Como si la vida nos debiera algo. Como si Dios no hubiera exprimido todos nuestros talentos.
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“Ven”
Decía el papa Francisco:
“La conversión y la misión están íntimamente unidas. Sin una auténtica conversión del corazón y de la mente no se anuncia el Evangelio”.
Seguir a Jesús supone un cambio radical.
Porque seguir a Jesús no consiste en cumplir una doctrina. Se trata de unirse a Él. De ir donde Él vaya, pisar donde Él pise, caminar con Él, a su lado. Estar con Él. Vivir con Él. Nada más. Dejarse amar como uno es y amarlo. Esa es la aventura que Jesús propone.
Es un cambio de vida, es la conversión. Jesús nos dice: “Ven. Ven como eres. Ven con tus dudas, tus miedos y tus sueños. Con tus capacidades y tus límites. Ven conmigo. Merece la pena. Ven y verás”.
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