Un presbítero suele guiar en la vida cristiana mejor que un psicólogo o un terapeuta
“Es preciso que los hombres vean en nosotros ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios” (1 Cor 4, 1.).
La dirección espiritual entendida independiente del sacramento de la confesión la puede llevar un sacerdote, pero también otra persona preparada para ello. De hecho, en la Edad Media era usual tener un hermano monje como director espiritual.
Actualmente, sin embargo, las personas suelen escoger a un sacerdote como director espiritual, pues forma parte especialmente de su ministerio.
El buen pastor guía sus ovejas y un sacerdote, que es ministro de Cristo, está llamado a ayudarle al buen pastor a guiar y a dirigir sus ovejas; y lo hace pues es también dispensador de los misterios divinos.
“Los ministros sagrados son consagrados y destinados a apacentar el pueblo de Dios, según el grado de cada uno, desempeñando en la persona de Cristo Cabeza las funciones de enseñar, santificar y regir” (canon 1.008).
Estos tres oficios del sacerdote — enseñar, santificar y gobernar— son en realidad las tres acciones de Cristo resucitado, el mismo que hoy guía a la Iglesia. El sacerdote que actúa en representación del Señor, no actúa nunca en nombre de un ausente, sino en la Persona misma de Cristo resucitado.
Y el ministerio sacerdotal de la dirección espiritual encaja perfectamente dentro de las funciones de enseñar y santificar; por esto es lógico que sea un sacerdote quien dirija espiritualmente a un fiel.
Un sacerdote tiene la misión o la función o el trabajo de salvar almas, de estar de tiempo completo al servicio de Dios y del prójimo; para eso está y para eso existe, responsabilidad que no tiene un laico.
Canónicamente hablando no está prohibido que un fiel laico sea director espiritual, pero los laicos no siempre están en condiciones de desempeñar bien esta función; es cuestión de idoneidad y/o de conciencia ante lo delicada o seria que es la cuestión.
Según las leyes canónicas, no hay ningún impedimento pues la dirección espiritual no tiene ningún carácter propiamente sagrado o sacramental.
Es obvio que los laicos pueden aconsejar y ser de ayuda espiritual a alguien en momentos puntuales y concretos; incluso hay quienes son, desde el punto de vista de la fe, consejeros matrimoniales en sintonía con la Iglesia y lo hacen bien; pero dirigir espiritualmente a alguien es otra cosa.
Desde el punto de vista profesional, como es el caso de los psicoterapeutas, psicólogos o siquiatras y otros, se puede prestar mucha ayuda, pero con el peligro de que el fiel se contente con recibir una terapia, un consejo, una orientación, quedando psicológicamente o interiormente bien pero dejando su relación con Dios por el suelo y permaneciendo su realidad de pecado.
Estos profesionales actúan a veces como sustitutos de los directores espirituales dando infortunadas respuestas a problemas espirituales.
Conducir a la perfección cristiana a alguien a lo largo de la vida es muy diferente pues, entre otras cosas, se trata de: discernir la voluntad de Dios, dar un impulso en la práctica de las virtudes cristianas y buscar la aplicación de la verdad revelada a la vida personal contando siempre con la asistencia del Espíritu Santo, quien es el principal director de las almas.
Si los obispos, sacerdotes, religiosos y sus aspirantes, el clero y sus aspirantes (los seminaristas) tienen a un sacerdote (religioso o diocesano) como director espiritual -que sea especializado en espiritualidad y con el carisma de dirigir almas-, con mayor razón un fiel del común.
Además, un sacerdote tiene la gracia de estadoy él puede ser, y es aconsejable que sea, también el confesor habitual.