El padre Ricardo nos muestra lo que puede hacer un sacerdote enamorado de Jesús… en el campo de juego
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¿Qué puede hacer un sacerdote joven que primero fue mandado a la misión en el Estado de Chiapas y después de pasar un tiempo en la Sierra Gorda de Querétaro ha llegado a una nueva parroquia en una comunidad del extra radio de Querétaro capital, comunidad plagada de pandillas y enferma de alcoholismo, con narcomenudistas rodeando las escuelas y los templos?
La respuesta la tiene el padre Ricardo Vargas: crear una escuela de futbol, una escuelita de música y un grupo de danza. Además, echar a andar una catequesis en la que se entra al confesionario por la titularidad en el equipo y a la eucaristía por las buenas notas que saque en la escuela.
En efecto, este joven sacerdote ha conjuntado a un par de ex futbolistas profesionales y a cerca de 220 niñas y niños de la comunidad de Montenegro en el término de Santa Rosa Jauregui, en Querétaro, para que encuentren una disciplina y un objetivo de trabajo en grupo mediante el futbol.
Además, ha puesto en marcha una escuela de música y un grupo de danza con los que pretende atajar el grave problema de adicciones que viven jóvenes y adultos de la comarca.
Lo curioso de todo es que el padre Ricardo no solamente no es conocedor de futbol sino que no lo ha jugado desde que era muy pequeño, cuando le rompió una pierna a un contrario y quedó traumado, según confiesa en este reportaje de Aleteia-El Observador. Pero eso no es obstáculo para enriquecer la vida de fe y de sacramentos de estos pequeños.
Entre tanto, los entrenadores de los menores están empeñados en devolverles algo de lo mucho que Dios les ha dado, sacando de un entorno difícil a estos pequeños cuyas palabras de elogio al padre Ricardo son muestra de lo que puede hacer un sacerdote enamorado de Jesús… en el campo de juego.
Entrevista de Jesús V. Picón
Edición Rubí Muñiz