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Haití: Niños han muerto en mis brazos y les hemos enterrado allí mismo: en una zanja

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Alvaro Real - publicado el 12/01/15
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La reconstrucción en Haití vista por una misionera que vivió en primera persona el terremoto

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Nati Ruiz se fue para Haití nada más conocerse el terremoto que asoló la zona. Conoce de primera mano como fueron los primeros instantes y también conoce la situación actual, puesto que suele viajar, a menudo, con jóvenes para poder ayudar y para que conozcan la realidad que se vive en este país caribeño. En El Espejo de COPE han hablado con ella.

¿Cómo es la situación actual de Haití? ¿Cómo están?

Fue un país tan roto, tan roto que necesita mucha ayuda todavía desde los países y desde los gobiernos. Fue un país tan devastado que dejó 300.000 muertos, pero también dejó sufriendo a muchas personas, destrozadas, llenas de dolor. Desde ahí la ayuda de los países es la más necesaria para reconstruir el país.

¿Qué recuerdas de aquél momento? Nada más conocerse el terremoto cogiste tus bártulos y te fuiste para allá. ¿Por qué?

Sencillamente me puse en camino por los medios de comunicación y por el envío que me hizo la congregación cuando pedí  ir para allá. Para mí fue un dolor tan grande que yo no podía estar dentro de una casa cómoda y viviendo en un sofá. Me parecía un pecado todo eso. Tuve la gran gracia de vivir en una congregación que me concedió el ir allí.

Fui después de un mes. Los muertos yo no los vi, pero si que vi el dolor tan grande cuando sucede todo esto. Comienzas a escuchar desde la impotencia. El mayor dolor que viví, para mí, fue la impotencia. El silencio de no poder pronunciar palabras ante ese dolor.

¿Era la primera experiencia de este tipo que vivía o tenía ya experiencia en catástrofes?

He vivido también el Huracán Mitch en Honduras. Estuve ante aquella catástrofe y pensé que no podía haber otra peor. Sin embargo cuando llegué a Haití he visto que aún es mayor. Creo que eso también me ayudó a ponerme en camino de Haití cuando vi ese dolor. 

Después de la experiencia de este primer momento. Vuelves permanentemente con jóvenes. ¿Por qué esta iniciativa?

Como a mí me caló tanto ese dolor, ese abatimiento, pusimos en marcha la idea de no olvidarnos de Haití. A la medida que iba pasando el tiempo yo hablaba de lo que había vivido y de lo que era Haití y muchos jóvenes se interesaron por el tema. De esta manera encontramos un grupo y pensamos en cómo podíamos ir a Haití y apoyar desde un campamento. El objetivo es tener un campamento allí con los niños. Es importante que los niños, cinco años después, tengan una salida de sus chozas. Ver otras cosas, a través de juegos. Es muy triste ver a estos niños, como mueren de hambre, e intentamos ver qué podemos hacer desde la educación y desde la Sanidad.

Cuando empiezan las noticias todos nos sensibilizamos, pero cuando pasa el tiempo la ayuda se va diluyendo como un azucarillo. ¿Sigue la ayuda internacional?

Creo que no. Sigue la ayuda que se puede hacer desde las ONGs, pero veo poco. Podemos decir que, por ejemplo, los escombros no están en la calle, pero sigue la falta de agua potable, de colegios, de sanidad. El pueblo haitiano necesita salir adelante y no tienen lo más fundamental. Mucha gente no tiene que comer. Comen una vez al día y hay niños que están dos días sin comer nada. Es tal el dolor, la impotencia que no sabes qué hacer. Es importante la ayuda internacional. Viven aún dentro de la esclavitud.

El Papa ha hablado de que no es posible una reconstrucción del país sin la reconstrucción de la persona. ¿Cómo se reconstruye a la persona?

En la fe están reconstruidas mientras que a nosotros nos falta esa fe. Paraliza cuando les oyes dar gracias a Dios o pedir perdón. Te preguntas y ¿donde esta mi fe? Mi pequeña fe que hago de ella un bolso, si hoy me salen las cosas bien…gracias Señor, pero si me sale algo torcido digo que Dios no me quiere. Esta gente esta fortalecida.

Lo que no está fortalecida es en la parte física. No tienen lo más fundamental: el comer, el beber. He tenido niños en mis brazos que se me han muerto y les hemos enterrado allí mismo: en una zanja. 

Es increíble que en este siglo vivamos estas cosas. No tiene que haber fronteras, las fronteras las ponemos los hombres. Es ahí donde se está reconstruyendo la persona humana no por lo que tiene, sino por la fe tan grande que tienen. Me han fortalecido porque pensaba que Dios estaba ahí arriba y lo he visto allí con esas personas. Cada vez admiro más a este pueblo haitiano. Son alegres, acogedores, nos dan todo lo que tienen. No nos olvidemos de Haití, que llevemos en el corazón a este pueblo haitiano.

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