Corazón y agua: las apariciones marianas de Beauraing y Banneaux

Entre 1932 y 1933 los nombres de Beauraing y Banneaux, dos centros de Bélgica sin una historia particular, de repente corren de boca en boca. El motivo: las apariciones de la Virgen que tuvieron lugar en este lapso de tiempo, entre las pocas reconocidas auténticas por la Iglesia.

Apariciones significativas también por el contexto histórico excepcional: el cercano comienzo de la Segunda guerra mundial, que verá también a Bélgica, como a otros países europeos, invadida por las tropas de Hitler y sometida a su régimen dictatorial, y por el espíritu de incredulidad y de agnosticismo, alimentado por las extendidas teorías socialistas, que conducirá a la consolidación del nazismo.

En Beauraing, pequeña ciudad en la provincia valona de Namur, del 29 de noviembre de 1932 al 3 de enero de 1933, la Virgen se apareció unas 33 veces a cinco niños entre los 9 y los 15 años. La mayor parte de las veces en el jardín de las hermanas de la Doctrina cristiana, sobre un arbusto de espino blanco, y siempre de noche, como dando a entender que, en un periodo oscuro y terrible como este de la primera mitad del siglo XX, la noche se ilumina con una luz de esperanza.

La última vez María se presenta con un “corazón de oro” rodeado de rayos luminosos, como modelo a seguir para vencer el odio y el rencor y como refugio de los pecadores.

La suya es, como siempre, una invitación a la conversión y a la oración. La promesa principal de Beauraing: “Convertiré  a los pecadores”.

Sólo 12 días después de terminar las apariciones en la ciudad valona, la Virgen se hace nuevamente presente: esta vez en Banneaux, en las Ardenas, a unos 20 km al sudeste de Lieja. Es un pueblo de gente pobre, poco más de 300 habitantes, casi todos mineros y guardabosques.

Aquí en cambio, María se define la “Virgen de los pobres” e indica el agua de un manantial como signo de purificación, pero también como símbolo de los “ríos de agua viva” que brotan de quien acoge el Evangelio. Apareció 8 veces, de enero a marzo de 1933, a una niña de 11 años: Mariette Beco. Su mensaje: “Vengo a traer alivio en el sufrimiento. Creed en mí, yo creeré en vosotros. Rezad mucho”.

Pronto la fama de las apariciones, acompañadas de curaciones, atraen a muchedumbres de peregrinos a estas tranquilas localidades del sur, donde pronto surgirán santuarios (particularmente sugestivo es el de Banneaux, rodeado de espesos bosques de coníferas; mientras que en el de Beauraing, en 1985, estuvo en oración Juan Pablo II, quien se encontró también a tres de los videntes aún vivos).

A diferencia de los grandiosos de Lourdes y Fátima, estos santuarios son de proporciones más modestas, casi reflejando la forma sencilla y familiar con que la Virgen se relacionó con los videntes. Los cuales, después de casarse, llevaron una vida muy normal, sin clamor ni publicidad.

Vale por todos el ejemplo de Mariette Beco, muerta en 2011 a la edad de 90 años. “Sólo fui un cartero encargado de llevar un mensaje – decía de sí misma –. Una vez que el mensaje se ha entregado, el cartero no tiene ninguna importancia”.

Original publicado en la revista italiana Città Nuova