Cómo evitar el resentimiento interreligioso
La diversidad religiosa es ya una realidad en muchos pueblos y ciudades del mundo. Francesc Torralba, presidente del Consejo Asesor de la Diversidad Religiosa del Gobierno de Cataluña, plantea 3 modelos de gestión de las religiones.
Torralba, es profesor de la Universidad Ramon Llull, director de la Cátedra Ethos y consultor del Pontificio Consejo para la Cultura (www.cultura.va). También forma parte de la red de expertos de Aleteia. En su intervención en la Jornada para la Innovación en la Gestión de la Diversidad Cultural en Ámbito lugar, que tuvo lugar en Barcelona el miércoles 26 de noviembre, Torralba presentó estos tres modelos: multireligioso, asimilacionista e interreligioso.
1) Modelo multireligioso o del “melting pot”
Cada una de las identidades religiosas vive ubicada en un espacio, dentro de su propia burbuja, con un microclima formada por sus centros, sus costumbres, indumentaria, centros de culto…En este modelo no hay interacción entre identidades religiosas, hay una separación que no se ve marcada por la frontera visible. Esto se da especialmente en algunas ciudades norteamericanas y en Gran Bretaña. No fomenta el diálogo.
2) Asimilacionista
Modelo en qué la identidad religiosa mayoritaria acaba fagocitando o asimilando las pequeñas identidades religiosas que existen a su alrededor Es el modelo en el que la tradición predominante ahoga y priva de oxígeno a las otras tradiciones. Mal modelo ya que vulnera el principio de equidad y de justicia distributiva y engendra formas de resentimiento interreligioso, que es aquel rencor de las identidades que en verse colonizadas por la religión mayoritaria experimentan malestar y pueden tener problemas de convivencia.
3) Interreligiosidad
Modelo más complexo en su articulación práctica pero el “mejor”, en palabras de Torralba. Es pertinente para pensar en buenas prácticas que lo puedan favorecer. Parte del respeto a cada una de las identidades religiosas independientemente de su medida: las religiones tienen valor en sí mismas, tanto si son nuevas o tienen miles de años, o si son pocos fieles o muchísimos. Este modelo respeta a todas las comunidades religiosas pero subraya la necesidad de interrelacionarse unas con otras. Se trata de superar las burbujas y que se generen puntos tangenciales, pasarelas y formas de interacción.
¿Por qué? Para evitar ghettos y el estigma multicultural o multilingüístico. Esto no es fácil. Tiene lugar en escuelas, mercados, plantas de hospital, espacios públicos… en las que personas de comunidades morales o religiosas extrañas entre sí se encuentran.
Para este tercer modelo interreligioso, es importante que el encuentro sea beneficioso para ambos. Y no se trata de debilitar la propia identidad, pues a veces “integración” es un eufemismo de la “desintegración del otro” pues consideramos que se ha “integrado” cuando abandona su lengua y sus convicciones morales y religiosas.
Para Torralba, es importante que uno pueda ser sí mismo en un espacio abierto en el que pueda expresarse. Esto exige identificar deberes mínimos comunes entre los ciudadanos y requiere pedagogía y un enorme trabajo de consenso. Para construir este modelo es importante poner en común los “depósitos de experiencia exitosa”, pero también reconocer las “experiencias fracasadas” en el terreno de la interrelación de identidades religiosas. Requiere, por tanto, “generosidad, fluidez, capacidad de superar sectarismos políticos y humildad”.