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​Cristianos de Irak: “Tenemos el futuro del país en nuestras manos”

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Judikael Hirel - publicado el 10/12/14
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Preservar la dignidad de las familias, albergarlas y escolarizar a los niños para construir el futuro son los tres pilares de los cristianos refugiados en Erbil

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“Parece que esta gente no quiera que seamos cristianos”, remarca el Papa Francisco en el vídeo-mensaje sorpresa que ha dirigido a los cristianos refugiados en Erbil.
 
Sin embargo, 1.400 años después, todavía son cristianos, y lo serán. ¿Pero en qué condiciones? El Santo Padre ha llamado a los cristianos de Irak “cañas de Dios”, que se doblan sin romperse para levantarse después, una vez expulsada la locura mortífera de Daesh.
 
Pero estas cañas de la fe lo perdieron todo en un solo día: su casa, sus bienes, su trabajo,… Ellas, las primeras a las que una delegación de un centenar de personas de la diócesis francesa de Lyon ha ido a visitar, no pueden hacer más que una cosa: esperar.
 
Los niños esperan volver al colegio, los padres esperan encontrar trabajo, las familias esperan la ayuda alimentaria y médica. Todos (sobre)viven esperando un hipotético retorno… o volar a un país extranjero.
 
Una familia en 10 metros cuadrados
 
Los cristianos de Irak, refugiados en su propio país, necesitan nuestra ayuda y nuestras oraciones porque están desesperados. El tiempo pasa, el invierno ya está aquí, pero su exilio interno ha venido para durar.
 
Es verdad que poco a poco los campamentos de tiendas son reemplazados por alojamientos más duros. Pero una familia entera se apiña en habitaciones de 10 metros cuadrados, a veces sin ventana. ¿Cómo resistir a la tentación de irse?
 
“Toda mi familia está ya en los Estados Unidos”, confía un hombre en el pasillo de un centro comercial abandonado transformado en alojamiento de urgencia para más de mil cristianos, en condiciones muy precarias.
 
En un hotel inacabado, dejado por su propietario cristiano, la financiación llegada de Lyon permite acoger a más de 400 familias de refugiados en mejores condiciones. Pero las necesidades son inmensas y la esperanza se debilita.
 
“Un antiguo proverbio arameo dice que si se es solidario, el polvo puede convertirse en oro”, confía el padre Hani Daniel, que trabaja en el lugar junto a sus hermanos dominicos.
 
“Nuestra función es ayudar a aquellos que no tienen la violencia como medio; no son cobardes: la violencia nunca ha resuelto nada -continúa-. “En primer lugar intentamos mantener la dignidad de estas familias”.
 
En el inmueble Al Amal, que acoge a 410 familias y a 1.600 personas “el alojamiento nos cuesta dos mil dólares”, explica Khelil Aitou, su jefe de obra.
 
Poco a poco, las familias salen de las tiendas para ocupar sus estructuras de invierno (un poco) al abrigo. Próxima etapa: construir la cuarta planta del inmueble.
 
¿Partir o construir?
 
¿Es mejor esperar para volver a la llanura de Nínive o construir una ciudad fuerte y bien protegida para todos los cristianos en el Kurdistán iraquí? Esta es una de las pistas que se oyen en el lugar, más que un hipotético retorno a una casa saqueada, para ser antes o después nuevamente amenazada por la locura yihadista.
 
El deseo de irse taladra las mentes, y es comprensible; esos hombres, mujeres y niños que no han podido salvar su vida…
 
Son muchos los que, compartiendo el almuerzo con una familia de cristianos refugiados, han visto plantear las mismas preguntas: ¿se puede ir a vuestro país?, ¿cómo se va a Francia, a los Estados Unidos, a Italia?
 
Respecto a un seminarista originario de Mosul que nos hemos encontrado, él se convertirá sin duda en sacerdote… cuando su diócesis exista de nuevo.
 
Una hermosa procesión mariana por las calles de Ankawa, la ciudad cristiana de Erbil; la proyección inesperada de un vídeo-mensaje del Papa Francisco en pantalla gigante. Y la genial idea de generosidad de ubicar la famosa fiesta de las luces de Lyon en Erbil.
 
A pesar de todo ello, de estos signos de esperanza y de solidaridad, ¿cómo no sentir que los refugiados no se vean por un instante ante otro futuro que la partida?
 
Cualquier padre, cualquier madre, concibe fácilmente la cruz llevada por cada una de estas familias, que no imaginan ni futuro y ni incluso presente para sus hijos. Hijos que representan el futuro de los cristianos en Irak.
 
“Hay que ayudar a la escolarización”, recuerda el padre Hani Daniel, “somos responsables del futuro de este país”. Y nosotros, cristianos del mundo, de ayudarles, rezando, donando y hablando de ellos, para ser sembradores de esperanza para los cristianos de Irak.

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