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A una anciana le robaron el dinero para ir a Roma a ver al Papa, pero él la llamó para consolarla

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Esteban Pittaro - publicado el 24/11/14
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Francisco llamó a la jubilada argentina que soñaba con viajar a Roma a verlo. La nefasta modalidad delictiva acabó con su ilusión.

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El pago de una recompensa por un secuestro que no fue se llevó todos sus ahorros. María Teresa Celina Fernández tiene 80 años. Ahorraba, como muchos abuelos en la Argentina, con el sueño de viajar a ver al Papa Francisco. “Lo último que quiero hacer es viajar a Roma a conocer al Papa”, es el sueño de muchos abuelos argentinos aún incrédulos por la nacionalidad del Pontífice. Pero la modalidad delictiva denominada “secuestro virtual”, de la que muchos ancianos son víctima, acabó con los ahorros de María Teresa. Enterado, el Papa la llamó.

El 5 de agosto de este año María Teresa recibió un llamado en su casa de Palermo, Buenos Aires, a las 3 de la madrugada. Una delincuente, en llanto, se hizo pasar por su hija, y le pidió que lanzara desde la ventana de su apartamento, frente a la histórica Iglesia de Guadalupe, el monto del rescate. La anciana accedió, pero su hija nunca había estado secuestrada. La modalidad del “secuestro virtual” se hizo así de una nueva víctima y se llevó los ahorros para el ansiado viaje.

El 19 de noviembre, día de su cumpleaños, recibió otro llamado. Pero del papa Francisco. María Teresa, “Calcuta”, como la apodan, no estaba en casa. Estaba dando clases de inglés a jóvenes pobres. Atendió el llamado su hija Gabriela, quien había solicitado el llamado al Papa. Gabriela contactó a Francisco mediante la fundación La Alameda, organización que lucha contra la trata de personas y distintos tipos de abusos.

“Llaman por teléfono y preguntan por María Teresa. Mi madre justo estaba en clases. La voz de él es imposible no conocérsela. Y ahí le pregunté ¿habla el Papa Francisco? Sí me dijo; pero una cosa es contarlo otra cosa es cuando te llama. Yo ya había hablado con Bergoglio pero esto no es tan racional cuando hablas con el Papa. Fue muy fuerte, no sabía qué hacer. Le explicaba y le pedía disculpas que no estaba mi madre. Pero él me decía que él pedía disculpas porque se había confundido el día”, relató Gabriela a La Alameda, que dio a conocer la noticia. “Vos no te preocupes, mañana la encuentro”, le respondió Francisco.

Al día siguiente, el Papa volvió a llamar y esta vez sí pudo conversar con “Calcuta”. La jubilada no contuvo su llanto. Conversaron sobre la inseguridad. “Si en eso de estar mal somos campeones, salimos de una y caemos en otra”, le respondió el Papa a la anciana tras su pedido de oración por el país, según relató Gabriela.

María Teresa, según contaba su hija Gabriela en la carta enviada a Francisco, es “un ser excepcional que ha hecho de los 10 Mandamientos una conducta de vida, que vivió y vive para dar y servir sin esperar nada, a punto tal de dejar de comer para que lo hiciéramos sus hijos pues nos educó y crió sola”.

Estas historias de desgracias suelen llamarnos la atención cuando se dan en perjuicio de aquellos, paradójicamente, llenos de gracia. Quiso la Providencia y el esfuerzo de su hija que María Teresa, víctima de una vil modalidad delictiva que podrá no disparar un arma pero sí apuñala ilusiones, pueda recibir consuelo en una conversación que ni siquiera en Roma hubiese tenido.

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