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Cada muerto en carretera no es una cifra, es una persona con nombre y apellidos

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Manuel Bru - publicado el 16/11/14
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Día internacional de la Víctimas de Accidentes de Tráfico

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Cuando la Iglesia defiende el derecho a la vida no lo hace sólo para defender a los no nacidos o a los ancianos y enfermos a los que se les puede “desacartar”, como dice el Papa Francisco, sino que, aún siendo estos los más vulnerables, la defensa de la vida atañe a todos los que corren peligro de perderla por la acción criminal o por la permisividad de los hombres: los que pierden la vida por el hambre, por enfermedades curables, por cualquier tipo de violencia, o también por accidentes, incluidos los de tráfico, que podrían haberse evitado.

Hoy celebramos el día internacional de las Víctimas de la Carretera. En España, las asociaciones de víctimas de la carretera han pedido a la Conferencia Episcopal Española celebrar una misa que tendrá lugar esta tarde en Madrid, a las siete de la tarde, en la Parroquia San Jerónimo el Real, presidida por el arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Carlos Osoro.

En el mensaje del Departamento de Pastoral de Tráfico de la Conferencia Episcopal, los obispos se alegran “por el gran descenso de accidentes y víctimas mortales que estamos viviendo en los últimos años: 1.128 muertos en el año 2013, que lo convierte en el de más baja siniestralidad desde 1960, cuando se empezaron a contabilizar los accidentes de tráfico”. Pero, como ellos mismos apuntan, “una sola vida humana que se pierda por un accidente es siempre importante.

Cada muerto en nuestras carreteras no es una cifra, es una persona con nombre y apellidos, padres, esposos, hijos, y deja en su entorno mucho dolor y un gran vacío”. Por eso su llamamiento de la Iglesia, que se une al de las autoridades públicas y al de toda la sociedad civil, es obvio: “No podemos bajar la guardia”.

Recuerdan los obispos las palabras del Papa Francisco a favor de la prevención de los accidentes, “porque la prudencia y el respeto de las normas son la primera forma de la protección de uno mismo y de los demás”

Los obispos también recuerdan que “todos estamos obligados a hacer un buen uso de la carretera y cumplir las normas de circulación”. Esto no solo siginifica que “su incumplimiento conlleve una sanción”, sino que en si mismos, con o sin sanción, también antes de nada tiene unas “consecuencias morales, a veces graves, cuando, sin razones proporcionadas, se ha obrado de manera que se ha seguido daño a otras  personas o bienes”.

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