Lo que Dios unió que no lo separe el hombre…
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Lo que Dios unió que no lo separe el hombre…
Con estas Palabras que pronuncio Jesús, es una forma muy clara de dejar en claro, que el Matrimonio es una alianza que dura toda la vida, y aunque son palabras muy difíciles de pronunciar y de vivir para muchos, en especial en esta época posmoderna, donde el compromiso pasa a segundo plano y se prefiere vivir en la emoción del día y de la supuesta libertad.
Pero el joven y la joven católicos que se quieren comprometer con el sacramento del matrimonio, necesitan de dejarse guiar por Jesús, ya que lo único que los mantendrá unidos en el lazo del Matrimonio es el amor y el respeto que como pareja se merece el uno al otro, y que se supone es lo que se busca y encuentra en el noviazgo antes de tomar la decisión de casarse o no casarse.
Al momento de elegir una pareja es necesario destinar un tiempo suficiente para madurar los sentimientos.
Por lo tanto hay que decir que los bautizados que se unen por el matrimonio han de compartir una misma esperanza, y un mismo deseo y sentimiento de servir a Dios por medio de su entrega total hacia la pareja y santificarse en la comunión del matrimonio.
El sacramento del matrimonio se realiza ante el altar y ante la comunidad de los creyentes. Ahí los novios dan su consentimiento de amarse y respetarse todos los días de su vida. Y esto que quede entendido, el sacerdote no nos casa, el solo toma la función de ser testigo de la promesa que los novios están haciendo de una forma libre, ellos son los que pronuncian la formula, donde prometen amor, fidelidad y entrega hasta el final de su vidas.
El consentimiento matrimonial se ha de dar en un acto de total libertad. En él los esposos se entregan mutuamente y sin condiciones para amarse, realizar una vida en común y formar su propia familia. El amor entre el hombre y la mujer tiene como fruto el nacimiento de nuevas vidas que aseguran la conservación de la especie humana, que renueve la sociedad y se manifieste el misterio de la vida.
El sentido más profundo del Matrimonio cristiano radica en que las parejas no sólo van a unirse y convivir con el ser elegido y deseado, sino con un hijo o una hija de Dios. Por ello, el amor matrimonial tiene un carácter Sagrado y ha servido para simbolizar el amor que tiene Dios hacia el alma humana y el amor de Cristo a su Iglesia.
Y lo dice de una manera muy clara san Pablo en su carta a los Efesios 5,25 ss.
“Ustedes Maridos amen a sus mujeres, como Cristo amó a su Iglesia y se entrego por ella para santificarla. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama y nadie aborrece su propia carne, sino que la alimenta y abriga como Cristo a su Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por esto el hombre dejará a su padre y su madre para unirse a su esposa, y los dos llegaran a ser como uno solo.”
Por lo tanto el matrimonio es:
v Comunidad de vida y amor
v Comunidad sacramental
v Comunidad de ayuda e integración mutua
v Comunidad paternal de procreación y educación
v Comunidad apostólica
Artículo originalmente publicado por Arquidiócesis de León