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Obispos brasileños piden al Papa Francisco considerar la ordenación de hombres casados

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Tierras de América - publicado el 06/11/14
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Los llamados “viri probati”, consagrados ad experimentum para solucionar la falta de sacerdotes en Amazonia. La discusión está abierta

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Una sirena de alarma suena del otro lado del océano. Los obispos de Brasil lamentan la extrema y dramática carencia de sacerdotes en sus diócesis y han enviado una carta directamente al Papa Francisco. El embajador que llevó el mensaje hasta Roma fue el obispo de origen austríaco Erwin Kraütler, responsable actual de la prelatura de Xingu, la más extensa de Brasil.

Después de un encuentro con el Santo Padre que tuvo lugar en el mes de abril, mons. Kraütler concedió una entrevista exclusiva al “Salzburger Nachrichten” donde habla sobre las dificultades que afronta para proveer asistencia espiritual, en un territorio tan vasto, a 700.000 fieles y 800 comunidades, contando solo con 27 sacerdotes. La triste consecuencia es que las comunidades católicas pueden celebrar la Eucaristía dos o tres veces por año como mucho y se administran los sacramentos fundamentales de la vida cristiana solamente durante esas visitas.
 
Dentro del abanico de posibles soluciones, en la audiencia con el Santo Padre se hizo referencia al controvertido tema de los “viri probati”, hombres de fe y virtud comprobadas a los que se reconoce autoridad y respeto dentro de una determinada comunidad. Son viudos o casados con hijos adultos, que cuentan con los medios económicos para sostenerse de manera independiente y podrían ser ordenados sacerdotes en tiempos relativamente breves. En el caso de los casados, el consentimiento de la esposa sería otra conditio sine qua non. En una primera etapa se llamaría a los “viri probati” a un ministerio circunscripto, como pastores de pequeñas porciones de comunidad, pero en el futuro, si la experiencia resultara a la altura de las necesidades como esperan sus partidarios, se podrían extender su campo de acción y  sus responsabilidades.
 
¿Un caballo de Troya hacia la abolición del celibato? No. Es una solución pastoral para poblaciones diseminadas en vastos territorios que prácticamente no tienen acceso a los sacramentos de la Iglesia o solo pueden recibirlos ocasionalmente durante  su vida.
 
El debate es viejo e involucra voces calificadas y eminentes, como el cardenal Claudio Hummes, arzobispo emérito de San Pablo, que a pesar de sus 80 años cumplidos está más activo que nunca en su calidad de Vicario episcopal de la región amazónica, una de las áreas más carentes de sacerdotes. Cuando fue Prefecto de la Congregación para el Clero, Hummes ya planteó la discusión sobre los “viri probati”, pero con escasos resultados. En 2006 había declarado a un diario brasileño que “El celibato es una disciplina, no un dogma de la Iglesia… Por cierto, la mayoría de la apóstoles estaban casados. En esta era moderna, la Iglesia debe observar estas cosas, se tiene que avanzar con la historia”.
 
Precisamente la cercanía entre el Papa Francisco y el cardenal Hummes –uno de los grandes electores del último cónclave, a quien el mismo Bergoglio quiso tener a su lado en la Loggia delle Benedizioni el día que fue elegido- podría ser la clave de un cambio en lo que sin duda constituye una vexata quaestio. Tampoco hay que olvidar cuán sensible es el Papa a los problemas de naturaleza pastoral. Él mismo habló públicamente en su momento del “modelo México”. En una diócesis de ese país con extrema carencia de sacerdotes hay más de 300 diáconos que colaboran en la tarea de asistencia espiritual, con la limitación de que no pueden celebrar misa los domingos. Estos diáconos casados, que ya han recibido una primera consagración como tales, podrían ser llamados al sacerdocio por medio de una especie de “aggiornamento” de dicha consagración.
 
Sin embargo sigue siendo muy clara la necesidad urgente de una reforma del ordenamiento de la Iglesia, con la atención puesta en los que están “lejos”. Hoy más que nunca –en la Iglesia de Francisco- Roma no parece sorda a los vientos de cambio cuando está en juego la única cosa verdaderamente importante para un cristiano: “dar testimonio de Cristo y contribuir a la construcción del Reino de Dios que ya está presente en la tierra”. Para reformar la Iglesia hay que ser “corajudo”, hay que tener audacia. Pero audacia no quiere decir “actuar solos”; para Francisco, incluso en una materia tan delicada, el punto de partida siguen siendo las Conferencias episcopales regionales y nacionales. No hay otra manera de que resulte un bien para la Iglesia, que “vive” en camino y se reinventa siempre a sí misma.

Por Daniele Metelli. Artículo originalmente publicado por Tierras de América

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