La belleza de la familia que se funda en el sacramento del matrimonio
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Fue el mes de octubre de 2013 cuando el Santo Padre convocó a este Sínodo con el objetivo de profundizar, reflexionar, estudiar y renovar la Pastoral Familiar para nuestro tiempo. La familia es aquella iglesia doméstica fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer que tiene que ser atendida, es el núcleo que consolida y humaniza la sociedad, es el espacio donde se forjan las personas con valores; pero que al mismo tiempo por no estar bien acompañada puede tener los efectos inversos: deshumanización, cultivo de anti-valores, etcétera.
Días previos al inicio del Sínodo, un matrimonio polaco tuvo una hermosa y profunda intervención con los Obispos de la Conferencia Episcopal Europea. Ludmila y Stanislaw Grygiel, amigos de Karol Wojtyla y miembros del Instituto Pontificio de estudios sobre matrimonio y familia fueron citados para conversar sobre “La familia y el futuro de Europa”.
“Tengo la impresión de que nosotros, cristianos, hablamos demasiado de los matrimonios fracasados, pero poco de los matrimonios fieles; hablamos demasiado de la crisis de la familia, pero poco del hecho de que la comunidad matrimonial y familiar asegura al hombre no sólo la felicidad terrena, sino también la eterna y es el lugar en el que se realiza la vocación a la santidad de los laicos”, dijo Ludmila en su intervención.
Es cierto, mucho se ha dicho del matrimonio y la familia, diariamente escuchamos noticias controversiales que malbaratan y degradan su institucionalidad, pero nada de aquellos matrimonios que se tomaron en serio el “hasta que la muerte nos separe”, y que día a día luchan por ser testimonio de los beneficios personales y sociales que trae el conformar una familia. Este es el tiempo para ir contracorriente de un mundo que se esfuerza por demostrar que la familia fundada en el matrimonio ya ha pasado de moda, que el vínculo matrimonial es un caso a revaluar y que los hijos son un problema.
La alegría verdadera
John Jairo Carvajal y Angela Loayza ambos de 40 años y nacidos en Medellín, Colombia; comparten con alegría que su familia ha sido y es “un espacio de despliegue muy grande en el amor que se traduce en alegría y felicidad inmensa, incluso con todas las exigencias y sacrificios que implica el cuidado y la educación de todos los hijos y la relación de pareja”.
Un anhelo que se traduce en amor fecundo
Esta joven pareja tiene siete hijos. “Desde que éramos novios soñábamos con casarnos y poder tener muchos hijos (decíamos que 4 ó 5), pero en la medida que fueron naciendo, el anhelo de poder tener más hijos fue creciendo. Confiamos que Dios ha sembrado este anhelo y lo ha hecho crecer, y no porque haya sido muy sencillo mantener, educar y sacar adelante a los hijos, pues toda la felicidad que cada uno de ellos trae también tiene consigo una exigencia, es algo misterioso pero que así lo descubrimos desde el fondo de nuestros corazones y ya no sólo en el corazón de nosotros dos como esposos sino que también lo vamos viendo como un deseo muy vivo en el corazón de todos nuestros hijos.”
Cada hijo es una bendición, un regalo de Dios y la concepción es un milagro divino que se prolonga en el día a día cuando cada criatura va creciendo y desarrollándose. Pero, también cada hijo es un reto y con su vida trae una cuota de sacrificio para los padres. Tema que asusta a muchas parejas en la actualidad y lamentablemente algunos dejan que ese temor se apodere de tal manera de su corazón que prefieren cerrarse al milagro de la vida para tener una vida supuestamente cómoda y estable.
Sin embargo, el ser una familia numerosa implica algunos retos: “1.) La educación de los hijos en medio de una cultura tan difícil como la que vivimos a la que ninguno de ellos es ajeno y en la que descubrimos como esencial la educación para la verdadera libertad. Y, 2.) El reto de salir adelante a nivel económico, pues es evidente que el sostenimiento de una familia tan grande no es algo sencillo, pero para nosotros ha sido todo un reto el aprender a confiar en la Providencia de Dios y al mismo tiempo nos hemos ido educando mucho en el aprender a discernir qué es lo realmente necesario para que cada uno esté bien y para que pueda tener un desarrollo pleno y feliz como persona.”
La familia hoy
Sabemos pues, que como Iglesia tenemos un desafío cultural, necesitamos familias sólidas que puedan dar razón de la belleza del llamado matrimonial. “Creemos que el reto más grande es precisamente poder ser una familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, poder vivir y crecer juntos haciendo creíble que cada vida que viene al mundo es una bendición.”
Es importante considerar que siendo Dios quien llama a una pareja a unirse sacramentalmente para formar una familia, es Dios mismo quien los sostiene y acompaña, y con Su gracia los fortalece: “Dios nos ha dado el regalo de podernos complementar mutuamente y por lo tanto poder ser felices y mantenernos unidos hasta que la muerte nos separe, incluso con toda la cuota de sacrificio, de esfuerzo y de vivencia del perdón que se necesitan para poder vivir como pareja y todo ello como un presupuesto necesario para poder sacar adelante a los hijos.”