Las elecciones de ayer en Bolivia le han dado otro mandato a Evo Morales, con lo que se convierte en el presidente sudamericano con mayor tiempo de estancia al frente de un país
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Las elecciones de ayer en Bolivia le han dado otro mandato a Evo Morales, con lo que se convierte en el presidente sudamericano con mayor tiempo de estancia al frente de un país. Desde el Palacio Quemado, la sede presidencial en la capital boliviana, La Paz, Evo Morales saludó a sus seguidores quienes le dieron –con 60 por ciento del total de los votos—un período más, el tercero, para gobernar su país, y le evitaron ir a la segunda vuelta electoral en contra del candidato de centro derecha, Samuel Doria Medina.
Aunque la publicidad de la campaña, decía que Evo iba a estar liderando Bolivia “hasta el dos miel siempre” –en lugar de hasta el dos mil veinte–, lo cierto es que, constitucionalmente, este es el último mandato de Morales, según la actual Constitución de Bolivia. Pero con Evo al frente, todo puede suceder. Si obtiene la mayoría en el Congreso, pudiera haber una modificación al texto constitucional y reelegirse de forma indefinida, como lo hizo en su momento su líder moral, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
En el 2020, si se respeta la Constitución actual, Evo Morales cumpliría 14 años en el poder de Bolivia. Hasta ahora, lo que se ha visto de Evo es una constante deriva en contra de los “ricos” y, sobre todo, en contra de sus “aliados”, entre ellos la Iglesia católica. De hecho, Morales ha impulsado la generación de una iglesia alternativa, sincretista, indígena y boliviana.
“Con los resultados de estas elecciones a nombre personal pero también a nombre del vicepresidente y de quienes siguen luchando por la liberación de Bolivia, gracias por este triunfo del pueblo boliviano”, dijo Morales quien preguntó a la multitud que lo vitoreaba fuera del Palacio Quemado: “¿Hasta cuándo seguir sometidos al sistema capitalista? Este triunfo es de los anticapitalistas y antineoliberalistas”.
Pero el triunfo de Evo también lo fue de su partido político, el MAS (Movimiento al Socialismo) que triunfó –según las encuestas al pie de las urnas, pues los datos oficiales tardarán todavía en conocerse—en todos los departamentos de Bolivia, excepto en Beni. Sobre todo, el triunfo que le sabe a gloria a Evo es en Santa Cruz, donde era recibido con piedras cada vez que lo visitaba y que era considerado como el sitio fuerte de la oposición a Morales.
Por extravagantes que parezcan a veces sus posturas y sus declaraciones, lo cierto es que Evo Morales ha logrado despertar el interés internacional en Bolivia y ha sabido guiar a uno de los países más pobres de América Latina hacia un mejor destino en lo económico. Bajo su gestión, Bolivia ha crecido a un ritmo constante de 5 por ciento anual, hasta convertirse en la economía de más rápida expansión de toda Sudamérica y se han reducido los índices de pobreza en 20 por ciento.
En los próximos años, Morales deberá enfrentar las críticas tanto de la derecha (quien lo califica como un impostor que está dejando al país enganchado a la venta de sus bienes naturales) como de la izquierda (quien lo considera un socialista de forma, pero no de fondo). Su liderazgo cocalero le ha atraído el voto de los indígenas y la facilidad para construir centros comerciales y obras de relumbrón, le ha atraído el respeto de aquellos a los que critica en el discurso: los capitalistas.
Sin embargo, la pregunta está en el aire: ¿modificará la Constitución para reelegirse y adueñarse del poder en Bolivia hasta su muerte, como Chávez o hasta su imposibilidad física, como Fidel Castro? ¿Caerá en la tentación de gran cantidad de caudillos iberoamericanos?
