Toda mi vida he deseado escalar la montaña de Dios. Empecé muy temprano pero me canso con facilidad y me detengo a menudo. Paso temporadas refugiado en las cuevas que he encontrado en las laderas rocosas. Me guarecen de las tempestades de la vida.
He pasado así aislado, desapercibido, tranquilo. Pero hoy Dios me ha dicho: "Estás muy cómodo allí. Es hora que llegues a la cima, donde Yo habito. Debes esforzarte más".
Salí de la cueva en la que me refugiaba, me asomé con timidez, miré hacia arriba y divisé un hermoso pico nevado. Era la cima. Pocas nubes la cubrían y pude verla con claridad. Qué lugar más hermoso.
Sé que Dios me espera. Debo esforzarme más, apurar el paso, perder los miedos que me paralizan y empezar a escalar. Voy a iniciar una nueva etapa de mi vida, más intensa, profunda, en la presencia amorosa de Dios.
Será una escalada difícil. Aprenderé a confiar en los demás, a ser humilde, misericordioso. Tendré momentos de oración a solas con Dios. Deberé vencer muchos obstáculos, pero la recompensa lo vale.
Es hora de crecer en santidad… Como decía san Félix: "O santo o nada".