Entrevista al obispo de Campeche (México), especialista en matrimonio y familia
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Monseñor José Francisco González, recientemente creado por el Papa Francisco obispo de Campeche, habla a Aleteia sobre el primer tramo del Sínodo Extraordinario de la Familia. Anteriormente obispo auxiliar de Guadalajara, monseñor González ha escrito libros sobre la familia, la nueva era o la ideología de género, y forma parte de la joven hornada de obispos mexicanos de los tiempos del Papa Francisco.
A una semana de iniciado el Sínodo extraordinario sobre la familia, ¿cómo ve usted el perfil de este encuentro?
Por la tesitura que el Papa le ha impuesto se están buscando nuevas formas de pastoral para atender los nuevos modos de hacer familia. La postmodernidad ha cambiado los modos de hacer familia y la Iglesia tiene que responder a esas realidades para llevar adelante la ley natural que, en el fondo, es la ley de Dios.
Hay demasiadas expectativas sobre la doctrina del matrimonio, ¿no le parece a usted?
Sí, pero el Sínodo no puede cambiar la doctrina sobre el matrimonio, pero sí puede adecuar sus métodos pastorales para atender las nuevas situaciones en las que vive la gente. En muchos casos ya no son –como podría decirse—personas que viven en una situación de familia tradicional, pero sí que son personas que necesitan atención pastoral.
Como obispo, ¿en qué cree que le pueda ayudar el Sínodo?
Nos va a ayudar a clarificar o a encontrar nuevas maneras de atender las situaciones que ha producido la postmodernidad en las personas. Los divorciados vueltos a casar, los que se unen de hecho, las que no quieren tener hijos “porque son caros”, son personas a las que se les tiene que iluminar con el Evangelio, y de ahí comenzar a establecer con ellos la cultura del amor.
¿Está usted de acuerdo en que la familia es curativa, medicinal, por el amor?
Precisamente, su principal función, es la humanización. Cuando los valores humanos se adquieren con la fuerza del amor, la que sale ganando es la sociedad. Por eso, el futuro de la humanidad está en la familia.
En su diócesis, ¿cómo se encuentra la situación de la familia?
Aquí tenemos un grave problema de movilidad, sobre todo entre la gente que trabaja en la sonda de Campeche, en las plataformas de extracción de petróleo. No se vive muy a menudo una familia estable. Por eso tenemos un problema grave de depresión y de suicidios. La economía debe pensar en la familia. Casi nunca lo hace.
La familia es una escuela de fidelidad… En México tenemos un grave problema de fidelidad, ¿no es así?
La familia es un gimnasio, una palestra de valores humanos y cívicos. Si la familia ayuda a vivir la honestidad, la lealtad, el servicio, la verdad, entonces la sociedad se fortifica. Pero si en la familia no se apuesta por la verdad y se alimenta la corrupción, tenemos entonces un panorama muy diferente. Eres político y mientes; eres sacerdote y transas; eres médico o abogado y mientes. Lo que no tomas en tu casa no lo vas a vivir en la sociedad. Y lo haces crecer más, dañando a la sociedad y dañándote a ti mismo.
¿Hay algo de Aparecida y el Sínodo de la familia a través del Papa Francisco?
Con esa espiritualidad franciscana, el Papa vive la simplicidad evangélica y la fe próxima. Por eso hay que salir. Desde todos lados hay que hacer presente la fe humanizante y humanizadora en Cristo. El Papa se desvive por llevar este espíritu misionero a todos lados. Por eso es expresivo, breve, sintético y cercano a la gente. Nos pide a todos que seamos discípulos y misioneros, en el espíritu de Aparecida. Y si América quiere evangelizar a Europa, tenemos que tener a Cristo en el corazón. La fe es por atracción, decía Benedicto XVI. Y el Papa Francisco lo está llevando a cabo hermosamente.