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Si Jesús asumió la naturaleza humana ¿por qué no tuvo esposa ni hijos?

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Toscana Oggi - publicado el 09/10/14
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El anuncio, la misión, la obra, la causa del “Reino de los cielos” es tan prioritaria para Él, que precisa dedicación y donación totalExiste una curiosidad que cada tanto me viene en mente: se dice que Jesús asumió totalmente, excepto en el pecado, la naturaleza humana. ¿Por qué no tuvo esposa e hijos? ¿No habría sido más completo en su naturaleza humana? Quizá es una tontería, pero me gustaría saber cómo están exactamente las cosas.
Carta firmada

El anuncio, la misión, la obra, la causa del “Reino de los cielos” es tan prioritaria para Él, que precisa dedicación y donación total. La actuación y la extensión del Amor de Dios, de su Reino, de la salvación, de la redención, tiene una prioridad y una urgencia sobre todas las cosas, que no puede haber concesiones ni medidas tintas, es necesario el compromiso y la consagración total a la obra que es Dios mismo: “existen algunos que se hicieron eunucos por el Reino de los cielos”.

El mismo concepto Jesús lo reafirma poco después, cuando los discípulos impresionados le preguntan: “¿Y nosotros que lo hemos dejado todo y te hemos hecho caso y seguido? … Quien ha dejado todo: esposa, hijos, padres, parientes, amigos, recibirá el ciento por uno” (cfr. Mc 10,28; Mt 19,27; Lc 18,28).

Es interesante cómo Jesús se pone precisamente a hacer una lista con meticulosidad de qué se debe dejar, y que comience por las personas y las cosas más importantes, precisamente para subrayar que para aquellos, que quieren trabajar por el Reino de los cielos, son realidades que hay que abandonar.

En otros términos, en la mente de Jesús no existe ninguna obra tan importante, imprescindible y apremiante como el anuncio de la misericordia de Dios por la humanidad, y a esta obra pide a sí mismo y a quien lo siga “abandonar” todo. Este es el motivo por el que  no se casó.

Otro aspecto que se vincula a este hecho es que la naturaleza humana asumida por el Verbo, o la persona divina del Hijo, se debe identificar. Ahora la naturaleza humana, que llamaremos Jesús, asumida por el Hijo Divino, podía, de hecho, hacer de manera distinta lo que el Padre pedía: Jesús con gran insistencia dice siempre que quería hacer sólo y solamente la voluntad del Padre.

Está claro que el Hijo no puede hacer de modo distinto lo que el Padre pedía siendo con Él un único Dios, por lo tanto: ¿quién puede hacer diferente, si no la naturaleza humana de Jesús, como se deduce de las tentaciones (cf. Mt, 4)? Y podía Jesús, por lo tanto, hacer y vivir de manera distinta el proyecto del Padre y del Hijo, y casarse y tener hijos, sin comprometer nada ni a nadie porque era plenamente humano, y lo que hubiera hecho habría sido como hombre.

Si por eso Jesús, o sea, la humanidad de Cristo, con terquedad y constancia ha querido realizar lo que el Padre había proyectado, significa que nada ni nadie puede ser antepuesto al Reino de los cielos, a su misión y a su actuación.

Por lo tanto, como se puede ver en la vida y obra de san Pablo no hay lugar para la familia y los amigos y los bienes materiales, etc., en aquellos que trabajan por el Reino de los cielos.

Última cuestión: ¿el no casarse y no tener hijos es una real disminución de la naturaleza humana? De por sí, no. Porque cuando nacemos somos determinados en la perfección y plenitud de la naturaleza humana, o dicho de otra manera, un hombre o es tal o no lo es; en la esencia de las cosas no existen medios términos: o nacemos seres humanos o no somos seres humanos.

Y entonces ¿por qué en la naturaleza humana están presentes dos formas, masculina y femenina, sexualmente hablando? Aquí el discurso se vuelve más complejo y difícil.

Me explico con un ejemplo banal y poco ejemplificador: un árbol es tal o no lo es, si lo es, éste es plenamente un árbol aun cuando no ha dado frutos y hojas. Es verdad que un hombre en su amplitud de ser es en relación a la mujer, y con la mujer forma una sola carne, como dice el

Génesis: serán una sola carne (c.2).

Pero este “misterio” humano es comprensible a la luz de la Trinidad en que cada Persona divina es Dios y, al mismo tiempo, constituye la unidad de Dios.

De esta manera el hombre – claramente mutatis mutandis porque en Dios las personas divinas no son 3 individuos sino 3 distintas relaciones que forman el único Dios – es humanidad perfecta en su individual persona, aunque la exprese plenamente en la relación con la mujer.

Jesús nos quiere decir que la relación que el individuo humano tiene con Dios, en la elección de trabajar por el Reino de los cielos, es incluso, más importante y más significativa que la relación, ciertamente perfectiva y extensiva, que el hombre puede actuar en connubio con la mujer.

Dicho de otra manera, si un árbol en lugar de producir hojas y frutos produjera jilgueros y golondrinas (disculpe el mal ejemplo), es verdad que no expresaría su “naturaleza” con los frutos y con las hojas, pero no sería defectuoso porque produce pájaros, sería mucho más significativo que las hojas. De hecho, quien trabaja por el Reino de los cielos antes que nada genera “hijos de Dios”, y esto es más significativo que los hijos naturales.

Por lo tanto, detrás de lo que Jesús nos revela en los Evangelios vemos la clara “lógica” de Dios. Dios en Jesucristo está realizando un proyecto salvífico enorme: volver hijos a todos los hombres.

Ahora para “generar” esta nueva humanidad es necesario gente consagrada solamente a Él, que no comparta con nadie el compromiso existencial y vital de lo que es peculiar de la naturaleza humana, precisamente porque los hijos antes que del seno materno son concebidos en la mente de los hombres.

Así, “el trabajador” de Dios necesita que se conciba a los hijos, que Dios hará suyos, antes que nada en sí mismo, en su mente, en su corazón. Sin esta “lógica” el cristianismo se vuelve una banalísima religión que empuja a cada hombre al bien. Como primera tarea debe generar “hijos de Dios” y si no hace eso queda una fe sin alma, vaciada de su verdadero y fundamental Espíritu divino.

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