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Sacerdotes cercanos al pueblo corren los mismos riesgos que el pueblo

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Jaime Septién - publicado el 07/10/14
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“Por eso, de acuerdo al ministerio pastoral que hemos recibido, seguimos con nuestra misión a pesar de los riesgos”

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En un editorial de la página web del Centro Católico Multimedial (CCM), cuyo director es el sacerdote paulino Sergio Omar Sotelo Aguilar, se une a la voz de protesta de la Iglesia católica mexicana por la enorme ofensa que le está causando el crimen en la carne de los sacerdotes de buena parte del país, pero sobre todo los del Estado de Guerrero.

Demasiado dolor

El editorial de la página que encabeza el padre Sotelo Aguilar recuerda que el pasado día 21 de septiembre de 2014, de la casa parroquial en la Parroquia de San Miguel Arcángel de San Miguel Totolapan, el sacerdote J. Ascensión Acuña Osorio, fue secuestrado y encontrado muerto dos días después en las aguas del Río Balsas.

“Mucho dolor ha causado este hecho violento en ese municipio tan golpeado por la inseguridad y la violencia en los últimos años. La diócesis de Ciudad Altamirano, a la que pertenecía manifestó, a su tiempo, su pesar y acompañó a su familia en esta dura prueba”, se puede leer en este editorial.

Más adelante, recuerda que existen otros precedentes de sacerdotes tocados por la violencia como el padre Habacuc Hernández Benítez, asesinado junto con dos jóvenes que le acompañaban en su ministerio sacerdotal en Arcelia, de la misma diócesis de Ciudad Altamirano, el día 13 de junio de 2009. Por otro lado, el Padre John Ssenyondo, de nacionalidad ugandesa, quien servía en la diócesis de Chilpancingo Chilapa, fue desaparecido el día 30 de abril, sin que hasta la fecha se tenga noticia de él.

Muchos han sido alcanzados por el crimen

“Estas historias –dice el Centro Católico Multimedial– se suman a otras muchas historias más de hombres y mujeres guerrerenses que han sido alcanzados por alguna de las formas de violencia generada por el crimen organizado”.

En el editorial los autores dicen estar consciente de que “si los sacerdotes acompañan de cerca a las comunidades guerrerenses, corren los mismos riesgos que el resto de la población y están expuestos a las amenazas de cualquier ciudadano que esté en esas circunstancias”.

“Por eso, de acuerdo al ministerio pastoral que hemos recibido, seguimos con nuestra misión a pesar de los riesgos que ello signifique. Nuestra tarea es evangelizar, anunciar el Evangelio de la paz y organizar esfuerzos de reconciliación, que incluye el perdón, el reconocimiento de la verdad y la acción de la justicia que no solo lo queremos para estos sacerdotes que han sido sacrificados, sino para todas las víctimas de la violencia de todo el estado de Guerrero”, explica el editorial del CCM.

Atender a los jóvenes

Acto seguido, el editorial hace un llamado a las autoridades para que hagan sus mejores esfuerzos de estar en condiciones para desactivar las causas de la violencia y para aclarar los casos de estos tres sacerdotes guerrerenses. “Somos solidarios con los jóvenes e insistimos que los jóvenes necesitan ser atendidos y requieren oportunidades”, comenta.

Para el CCM, es preocupante que los jóvenes sigan siendo el sector más vulnerado por la violencia. “Tiene que haber cambios en la manera de mirar a los jóvenes y en la manera de abordar su situación de vulnerabilidad porque ellos representan una reserva demasiado valiosa de la sociedad como para dejarla abandonada o para que sea objeto de abusos”.

Por eso, el editorial urge a la sociedad entera para extremar esfuerzos relacionados con la atención de los jóvenes. “Las familias tienen que ser espacios libres de violencia y de protección para los jóvenes y las escuelas tendrían que repensar sus procesos educativos de manera que puedan incidir en la construcción de una cultura de paz en los mismos jóvenes. Y el sector privado tiene que plantearse la necesidad de generar espacios productivos para incluir a los jóvenes, de manera que cuenten con oportunidades de empleo digno. Esta es una responsabilidad compartida”.

El editorial termina pidiendo a hombres y mujeres de buena voluntad, para que busquen formas de participación para la construcción de la paz, que es responsabilidad de todos. “No podemos seguir siendo espectadores, es necesaria la colaboración entre todos los sectores de la sociedad y las autoridades para detener esta avalancha de violencia que nos está dejando daños humanos y sociales de grandes proporciones”.

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