La tormenta no mermó el alma de los peregrinos que caminaron a la casa de la patrona argentina.
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Pesaba el agua en el devastado calzado, pero no en el alma. Sobre todo en esos últimos kilómetros, en los que para el peregrino, pese a atisbar las torres de la Basílica donde espera la Virgen de Luján, cada metro parece un año luz después de más de 60 km a pie. No pesó en el espíritu la tormenta, no pesó el cansancio. Este 2014, año del 40 aniversario de la peregrinación mariana más importante de Buenos Aires, volvió a ser inolvidable.
“Madre, ayúdanos a trabajar por la paz”, fue el lema de la peregrinación juvenil de Buenos Aires al santuario de Nuestra Señora de Luján . La columna central salió el sábado al mediodía desde el santuario de san Cayetano, patrono del trabajo, en Liniers, barrio periférico de la capital. En ese momento, la lluvia parecía ser esquiva y la fiesta arrancaba. Fiesta porque a lo largo de las más de 12 horas de camino habrá tiempo para todos los estados de ánimo. En ese momento, el gran entusiasmo.
“A Moreno llego, a La Reja, al Cruce, al puente”… kilómetro a kilómetro el peregrino pone sus metas. Es imprescindible, y más aún con la lluvia como la que azotó desde la tarde, el caminar en grupo. El recibir el aliento de los experimentados líderes de grupo, con palabras por altoparlante, con el rezo del rosario, con el canto, es fundamental. Hay tantos grupos como parroquias, instituciones, colegios se lancen al camino. Para todos los gustos. Con bombo los 70 km algunos, en parejas y a un paso más veloz rezando el rosario o en silencio, como sea.
Es una peregrinación juvenil, sí, pero hay jóvenes de muchos años. Jóvenes que peregrinaron las 40 veces. Se justifica en crónicas periodísticas de este tipo la humorada de decir que cumplieron tres veces 20. Dicen necesitar el impulso de los jóvenes para caminar, pero los jóvenes de verdad necesitan su ejemplo para continuar el camino.
La peregrinación es de Buenos Aires, sí, pero vienen de todo el país. Incluso se veían banderas de Bolivia, de Paraguay. En cantidades y en impacto cultural es quizá la peregrinación más importante de la Argentina. Es difícil estimar la cantidad de fieles porque durante todo el día y la noche llegaron y se fueron peregrinos. No es exagerado hablar de mucho más de un millón, o dos.
Más de 60 puestos de ayuda, y más de cinco mil voluntarios, de distintas instituciones, fueron el soporte para los calambres, las ampollas, las dudas, y también, cuando el alma lo pedía, para la bendición de un sacerdote o la confesión. Cuentan los confesores, que profesionalmente rápidamente olvidan los contenidos de las confesiones, que acompañando a los peregrinos o en los puestos de trabajo se escuchan conversiones y reconciliaciones muy intensas.
El maté cocido que ofrece el voluntario en el camino es como el agua para el maratonista. Si no recibe un gracias a cambio, el voluntario entiende. Ayuda a caminar, quizá, porque sabe que no podría hacerlo. En otros casos, como muchos, por el gozo de ayudar sin esperar nada a cambio. Son muchos, también, los profesionales de la salud que ofrecen su tiempo, e incluso quizá sus ganas de caminar, para atender a los peregrinos. Ellos trabajan por la paz y viven el lema de este año.
Durante la noche y la madrugada, las Misas en Luján se suceden a cada hora para recibir a los peregrinos, y que puedan ir subiéndose a los autobuses de regreso a sus comunidades. La central, tradicionalmente, es a las 7, con la imagen que salió en procesión desde Liniers el día anterior. La presidió este año el cardenal Mario Poli, Arzobispo de Buenos Aires. Pese a ser la central, es una Misa breve, dirigida a personas que caminaron bajo la lluvia gran parte del camino. Es la segunda vez que preside esta celebración.
El purpurado tuvo palabras de afecto para el Negrito Manuel, primer custodio de la milagrosa imagen. “Su frase tiene que ser jaculatoria que tenemos que llevar en el corazón: Soy de la Virgen nomás”. El cardenal Poli agradeció especialmente a quienes iniciaron esta peregrinación 40 años atrás, en especial el padre Rafael Tello, figura central en la historia argentina del posconcilio, inspirador de esta peregrinación juvenil. Tello, quien eligió vivir los últimos meses de su vida para morir cerca de la Virgen, se encuentra sepultado en el santuario. “Seguro está en el cielo viendo los frutos de esta peregrinación que crece y crece”, dijo el cardenal Poli.
La plaza se va despejando después de esa Misa central. Los peregrinos demorados llegan, pero van directo a los pies de María en el interior del templo. Pedir testimonio a un peregrino que caminó entre 40 y 70 kilómetros, de acuerdo a su punto de salida, encuentra una respuesta sencilla que todo lo sintetiza: “Viva la Virgen”.