La visión de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana reflejada por los obispos reunidos en sínodo en Lviv
Al término del Santo Sínodo de la Iglesia Greco-Católica Ucrania, celebrado entre los días 7 y 14 de septiembre en la ciudad de Lviv, presidido por el Arzobispo Mayor y jefe de la Iglesia ucrania católica, monseñor Sviatoslav Shevchuk, se hizo pública una carta que con el título “Ucrania está sangrando”, fue firmada por los 40 padres sinodales. Su texto dice:
¡Ucrania está sangrando!
Nosotros, los obispos de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana de Ucrania y de América del Norte y del Sur, Australia y Europa, reunidos en el Santo Sínodo en Lviv, siendo conscientes de la responsabilidad que nos ha confiado la comunidad, levantamos nuestra voz en nombre del pueblo de Ucrania y clamamos a los pueblos del mundo: "¡Ucrania está sangrando!"
Esta nación soberana y pacífica sufrió una intervención militar directa de un vecino del norte. Cientos de armas pesadas y tecnología, miles de mercenarios armados y soldados del ejército permanente están cruzando las fronteras de Ucrania, sembrando la muerte y la destrucción, y esto a pesar de las conversaciones de armisticio y los últimos esfuerzos diplomáticos.
Al mismo tiempo, se está produciendo un nivel sin precedentes de odio y propaganda, que distorsionan la realidad de las cosas y no son menos destructivos que las armas de destrucción masiva.
El mundo ha sido testigo de cómo, en los últimos meses, en el territorio de Ucrania, el agresor ha cometido crímenes de lesa humanidad.
El mundo entero se sacudió ante el acto criminal del derribo de un avión de Malasia, cuando 298 personas de 10 países diferentes murieron.
Miles de personas, entre ellas mujeres y niños, fueron brutalmente asesinados, y muchos de ellos ni siquiera pudieron ser enterrados con dignidad.
Durante esta guerra muchos heridos fueron simplemente obligados a esperar la muerte debido a la falta de acceso a la asistencia médica.Miles de personas han sido secuestradas y sometidas a tortura y humillación; su dignidad humana ha sido violada públicamente.
Cientos de miles de refugiados que se han visto obligados a huir de sus hogares temiendo por sus vidas y en peligro de muerte.
Si no se detienen inmediatamente estos crímenes, con elcomienzo del frío invierno, la cifra de muertos se incrementará diez veces. Quienes asesinan a la gente en Ucrania no dudarán en mover sus armas para atacar a cualquier país en el mundo el día de mañana.
A la vista de estos graves crímenes clamamos a la conciencia de los creyentes de todas las confesiones y creencias, apelamos a todas las personas de buena voluntad, a los jefes de Estado y miembros de la comunidad internacional: "¡Detengan el derramamiento de sangre en Ucrania!".
Hoy el silencio, la inacción o la renuencia a reconocer la gravedad de la situación en nuestro país no sólo hace que las personas sean simplemente testigos mudos e indiferentes, sino también cómplices de pecado y asesinato; cuando clamen al cielo por justicia, como dice la Escritura, escucharán: "¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra" (Génesis 4:10).
¿Cómo no recordar las palabras de san Juan Pablo II en 1979, en las proximidades del antiguo campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, cuando dijo: "La guerra es causada no sólo por quienes la hacen directamente, sino también por aquellos que no hacen todo lo que está a su alcance para evitarla".
Hacemos un llamado especialmente a aquellos a quienes el Señor ha dado la autoridad para que cumplan con sus responsabilidades y tomen las decisiones necesarias a nivel político con el fin de restablecer la paz y la seguridad en Europa.
Les pedimos, una vez más, a todos los creyentes y personas de buena voluntad oraciones urgentes para poner fin a la guerra y restablecer una paz duradera y completa en Ucrania.
Convencidos de que Dios está con nosotros en nuestros sufrimientos y problemas, que Él escucha nuestras súplicas y oraciones comunes, con los esfuerzos coordinados de la comunidad internacional, vamos a ser capaces de detener el derramamiento de sangre, para defender la dignidad humana y restaurar la paz dadora de vida.
Artículo originalmente publicado por AICA