Los extremistas islámicos parecen decididos a conquistar. Fue así siempre. Desde el principio y a lo largo de los siglos, yihadistas radicales han intentado convertir a las personas a su religión por la fuerza. "Conviértete" y después llora, porque "nosotros no tenemos otra alternativa que ofrecer sino la espada".
El mundo asiste con horror a los ataques de los lobos de Estado Islámico contra los cristianos y otros grupos minoritarios.
En algunos países los terroristas imponen a las víctimas la cruel elección entre abandonar sus casas, convertirse por la fuerza al islam, o pagar un considerable impuesto por ser "infieles" o simplemente enfrentarse a la muerte.
En Nigeria, Boko Haram aterroriza aldeas, secuestra niños e incendia iglesias en su intento de establecer un califato, mientras que en Oriente Medio, los cristianos son perseguidos, privados de sus derechos civiles y marginados por una serie de regímenes de base islámica.
¿Cuál es la respuesta cristiana?
¿Cómo se puede amar al prójimo cuando el prójimo quiere cortar tu garganta? ¿Será que tendremos que lanzar una nueva cruzada contra ellos? ¿Vamos a devolver violencia a los violentos? ¿Vamos a empezar nosotros también a decapitarlos?
Ciertamente, tenemos derecho a la legítima defensa, y la batalla de Lepanto, en 1571, es un ejemplo histórico de intento cristiano de defenderse del avance de un islam militante.
La respuesta militar puede incluso proporcionar una defensa relativamente adecuada, libertar prisioneros y promover una justicia limitada y una paz frágil, pero no resuelve el problema más profundo.
Una persona puede ser forzada a convertirse exteriormente a una religión, a obedecer a la ley islámica bajo la amenaza de las armas o el filo de la espada, pero ningún corazón puede ser convertido por la fuerza. Es imposible obligar a alguien a convertirse de verdad.
Y es especialmente imposible forzar la conversión al cristianismo. El cristianismo, al final, no es simplemente una religión de reglas. Sólo por el poder del Amor que alguien consigue verdaderamente convertirse a Cristo.
La única solución real y a largo y a largo plazo ante el problema del islam radical es la conversión a la plenitud de la fe cristiana. Comenzando por nuestra propia conversión auténtica.
Conversión
Históricamente, el islam es una forma truncada del cristianismo. Mezcla una comprensión simplificada de Jesucristo con antiguas costumbres y las leyes tribales.
Para un musulmán, convertirse al cristianismo implica aceptar Jesucristo como el Hijo de Dios.
Esto implica el bautismo en Cristo, en nombre de la Santísima Trinidad; es la aceptación de la plenitud de la doctrina cristiana.
Pero la conversión real es mucho más que la mera adhesión a una lista de doctrinas. Es necesaria una completa conversión del corazón y de la mente.
Como todas las otras personas que se convierten al cristianismo, los musulmanes necesitan sentirse atraídos por la bondad radiante, por la verdad y por la belleza de Jesucristo.
Necesitan ver el amor radical que Jesucristo ofrece y compararlo con la violencia radical de sus propios extremistas. ¿Cómo puede suceder esto? Sólo puede suceder por la intervención sobrenatural del Espíritu Santo de Dios.
Musulmanes que se encuentran con Cristo
Warren Cole Smith, entrevistando al misionero evangélico David Garrison, cuenta que un gran número de musulmanes de todo el mundo está convirtiéndose al cristianismo debido a intensas experiencias personales.
Hay movimientos grandes de musulmanes que se vuelven a Cristo. Y no sólo como individuos, sino también como comunidades, llegando incluso a casos de grupos de unas 1.000 personas bautizadas, o de centenas de iglesias que han nacido a lo largo de las últimas décadas...
Uno de los ejemplos más impactantes es el del Irán actual: muchas personas en ese país están abrazando el cristianismo; decenas de miles, tal vez centenas de miles de iraníes, en las últimas décadas, se han adherido a la fe en Jesucristo.