Una simpática enseñanza del Papa Clemente VIIICuenta la historia que en el siglo XVII diversos sacerdotes italianos pidieron con una cierta insistencia al Papa Clemente VIII (1536-1605) que condenara para siempre el consumo del café.
A los católicos – pensaban esos sacerdotes – les bastaba de sobra la suavidad del vino, que se usaba para celebrar el santo sacrificio de la misa, mientras el café – negro, amargo, tomado en grandes cantidades y de forma placentera por gente como los musulmanes turcos – debía ser lógicamente una bebida ideada por Satanás para los infieles.
El café, de hecho, era una bebida muy popular entre los musulmanes turcos (a los cuales, razonaban aquellos sacerdotes, su religión les prohibía tomar vino, precisamente para impedirles participar en la misa), era utilizada en los ritos de los derviches sufíes, y también se utilizaba mucho en las tribus africanas no cristianas.
Para cerciorarse del hecho, y antes de hacer caso a las peticiones de esos sacerdotes, el Papa quiso hacer averiguaciones al respecto, y probó el café de la mejor calidad. Sentenciando inmediatamente después – como cuenta en su libro Coffe: A Connoisseur’s Companion de Claudia Roden (1981), popular escritora de cocina británica, nacida en El Cairo, Egipto en 1936 -: “Pues bien, esta bebida de Satanás es realmente deliciosa, por lo que sería un pecado dejar que la usen exclusivamente los infieles. Engañemos a Satanás, bautizándola”.
En internet es fácil encontrar (y si se desea, adquirir) copas y tazas que recuerdan el episodio…
Artículo publicado en italiano por Il Timone