Nació en Lima (Perú) en el año 1586. Desde muy pequeña fue una niña piadosa y amante de la voluntad de Dios. Su familia era de condición humilde. Fue bautizada con el nombre de Isabel pero se la conocía Rosa.
Era una muchacha bella que se imponía duras penitencias para no caer en la vanidad y para entregarse solo a Jesucristo. Se sabe que se restregaba la piel con pimienta para no ser ocasión de pecado para nadie. En otra ocasión, una mujer alabó la tersura de su piel y ella se rascó con barro hasta abrirse heridas que tardaron un mes en cicatrizar.
Destacó al mismo tiempo por la oración y los ayunos, lo que le ayudó a crecer en humildad y en obediencia. Sobre esta última virtud, fue heroica la obediencia a sus padres a pesar de que estos se oponían a su vocación. Durante diez años intentaron casarla pese a que ella quería ser religiosa. Hizo voto de virginidad estando con la familia todavía.
En cuanto a la humildad, durante quince años sufrió burlas de parte de sus amigos y parientes por el modo de vida que consideraba su camino de santidad. Además, Dios no le daba consuelo espiritual.
El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina y ella tuvo que trabajar durante todo el día y coser por las noches para salir adelante.
Ingresó en la orden tercera de santo Domingo, como santa Catalina de Siena, a quien tenía gran devoción. Desde ese momento, vivió en una cabaña del huerto que cultivaba.
Seguía siendo penitente y, por ejemplo, llevaba en la cabeza una cinta de plata con puntas escondidas, lo que la convertían en corona de espinas.
Santa Rosa de Lima sufrió fuertes tentaciones del demonio. Una comisión eclesiástica compuesta de sacerdotes y médicos dedujo que sus experiencias eran sobrenaturales.
Pasó los últimos tres años de su vida en casa de Don Gonzalo Massa, un empleado del gobierno peruano, porque su esposa le tenía especial afecto. Rosa enfermó y se le oyó rezar: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".
Falleció el 24 de agosto de 1617, a los 31 años, con fama de santidad. El capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad transportaron su cuerpo al sepulcro.
De los escritos de santa Rosa de Lima:
El Salvador levantó la voz y dijo, con incomparable majestad: "¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación.
Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acrecentamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la medida de los carismas. Que nadie se engañe: esta es la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no hay camino por donde se pueda subir al cielo!".
(…)
"¡Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y delicias! Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes y desvelos en buscar penas y aflicciones; andarían todos por el mundo en busca de molestias, enfermedades y tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro último de la constancia en el sufrimiento. Nadie se quejaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en suerte, si conocieran las balanzas donde se pesan para repartirlos entre los hombres."