Donde hay persecución hay rechazo y donde hay rechazo se tiende a justificar la persecución
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La persecución de los cristianos suele ser sistemáticamente silenciada en los medios de comunicación de línea editorial laicista. El diario El País, por ejemplo, nos tiene acostumbrados a hablar de “enfrentamientos entre cristianos y musulmanes”, y de “reacción” ante la provocación cristiana, por ejemplo, cuando en las navidades de los últimos años los radicales islámicos han bombardeado iglesias en la celebración de la Misa del gallo. Se entiende por el contexto de la informaciones que la provocación consistía en el mismo hecho de atreverse a celebrar la Santa Misa en Noche Buena.
Aunque este verano todos los medios de comunicación mínimamente serios están informando y denunciando la persecución religiosa por parte de fanáticos islamistas contra las minorías cristianas de Irak y Siria, la última vez que en el diario el País apareció una opinión contraria a la persecución de los cristianos en el mundo fue en octubre del año pasado, en un artículo importado de la prensa estadounidense, firmado por un prestigioso judío.
Y las únicas informaciones recientes que combinan “persecución” con “cristiano”, además de la de un artículo sobre el futbolista de este nombre, frivolizando con los dos conceptos de cristiano y de persecución, procuran “esconder” no sólo la condición cristiana de los perseguidos, sino la motivación “anti-cristiana” de las persecuciones. Por ejemplo, en un artículo sobre el acoso a los Yazidiés, comunidad religiosa sincretista, de pasada se dice que también los caldeos, siriacos y armenios (todos ellos cristianos católicos u ortodoxos) son “acosados” (la palabra “perseguidos” les debe parecer demasiado rotunda para el estilo editorial del diario El País).
Y en general, cuando la enviada especial en Irak informa sobre las ofensivas yihadistas, utiliza un forzadísimo circunloquio para introducir la palabra tabú, “cristianos perseguidos”. Habla de personas, familias, poblaciones, donde conviven algunas minorías cristianas. Vamos, que puedes interpretar perfectamente que son perseguidos no se sabe porque y que, eso si, entre sus vecinos debe haber algunos cristianos.
Y aunque llevemos más de veinte años de desinformación religiosa “de libro” por parte del diario del grupo Prisa, conviene recordar que lo que revela es algo muy grave: las evidentes diferencias entre “rechazo laicista” y “persecución cristiana” no deben hacernos olvidar que donde hay persecución ha habido siempre rechazo, y que donde hay rechazo se tiende a justificar la persecución.