En California, cada año en la catedral de Los Ángeles, se celebra una misa por ellos
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Cada año, pero especialmente éste, en el que se ha hecho patente la crisis humanitaria en la frontera entre México y Estados Unidos con cerca de 57 mil niñas, niños y adolescentes viajando solos hacia un futuro doloroso e incierto, se celebra una Misa en la Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles, en Los Ángeles, California, en reconocimiento a los migrantes.
En esta ocasión, y en respuesta a la crisis actual de inmigración, los fieles de diversas edades, razas y nacionalidades – que representan a las parroquias de todo el sur de California – llenaron la Catedral y elevaron una plegaria en común para enfrentar el enorme drama que viven miles de familias de México y Centroamérica, según reporta en su número de agosto la revista “Vida Nueva” del arzobispado de Los Ángeles.
Justamente, la Misa más grande en su tipo en California, fue presidida por el arzobispo angelino, monseñor José Horacio Gómez, acompañado en esta ocasión solemne por el obispo Kevin Vann de la diócesis de Orange, el obispo Gerald Barnes, de la diócesis de San Bernardino, así como por varios obispos auxiliares locales y sacerdotes diocesanos que atienden a los migrantes.
Víctimas de la pobreza y de la violencia
“Estamos aquí porque creemos en el poder de la oración, y tenemos muchas razones para orar, especialmente por los miles de niños que han cruzado nuestras fronteras en los últimos meses, enviados por padres desesperados de que escapen de la pobreza y la violencia en sus países”, dijo, durante la homilía de la Misa especial, monseñor Gómez. “Mi oración es para que esta Misa nos una en solidaridad con nuestros hermanos y hermanas, y todos nosotros nos acerquemos más a Dios”, resaltó el arzobispo de origen mexicano.
Durante la Misa, varios presentes ofrecieron testimonios de primera mano sobre sus experiencias, compartieron la forma en que se han visto afectados negativamente por las políticas de inmigración existentes en Estados Unidos, e hicieron un llamado a juntar esfuerzos para lograr una reforma migratoria integral, misma que ha estado impulsando la Iglesia católica con obispos como el propio monseñor Gómez; el obispo Barnes o el obispo auxiliar de Seattle, monseñor Eusebio Elizondo.
“Estoy muy agradecido con Dios y con las personas que me han ayudado”, dijo Jersey Vargas, la niña de diez años, del Valle de San Fernando, cuyo padre fue liberado de un centro de detención de inmigración a principios de este año, después que ella se reuniera con el Papa Francisco y le pidiera ayuda para evitar la deportación de su progenitor.
“Al igual que muchos otros niños [de inmigrantes] todavía tengo pesadillas y tengo miedo de que mi familia quede separada de nuevo”, continuó. “Aunque mis padres son inmigrantes, siguen siendo buenas personas, ya que siempre me dicen que vaya a la escuela y que siempre actúe correctamente, pero también me siento orgullosa de ser ciudadana de este país increíble… y deseo que nuestros líderes hagan lo correcto: ayudar a los niños inmigrantes y sus familias”.
En la parte final de la Misa, cientos de organizaciones diocesanas y líderes parroquiales invitaron a los presentes a apoyar en su comunidad a los comités de asistencia para inmigrantes. Dichos comités ayudan a residentes indocumentados de California a completar la documentación requerida por la ley AB60 que les permitirá obtener licencias de conducir a partir del próximo año, y también asisten en los trámites para el programa de Acción Diferida (DACA).
Experiencia conmovedora
De acuerdo con el reporte de “Vida Nueva”, una de las asistentes a la Misa fue María Fernanda Alcántara, de18 años, recién graduada de la escuela secundaria, quien oró en la Misa para que le permitan permanecer en Estados Unidos bajo el programa DACA, y así en este otoño poder continuar con su educación en la UC Santa Cruz, donde planea sacar una maestría en estudios jurídicos.
“Tengo toda la ilusión y el deseo de seguir adelante con mis estudios, y posiblemente estaré limitada debido a mi estatus migratorio; esto es desalentador, pero también me da fuerzas para seguir luchando”, dijo Alcántara, de la Ciudad de México, que llegó a Estados Unidos cuando tenía 5 años. “Así que teniéndolos a todo ustedes aquí presente, unidos por nuestra fe compartida, es para mí una experiencia muy conmovedora”.
Cada año, la Misa en honor a los inmigrantes parece congregar a más fieles. En este 2014 alrededor de 5 mil llenaron las bancas de la Catedral, y más de mil asistentes tuvieron que escuchar la celebración afuera del recinto.