Este fenómeno, a simple vista marginal, está poniendo en jaque y cuestionando profundamente la actividad evangelizadora.
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¿Qué estamos haciendo mal en la transmisión de la fe?, es una pregunta que debemos plantearnos al constatar que muchos católicos que han asistido a la catequesis en nuestras parroquias están optando por este extraño culto.
¿Qué temas hemos omitido en nuestra predicación?, es otra pregunta pertinente que los agentes de pastoral debemos plantearnos.
Queremos iniciar una nueva sección para reflexionar sobre los desafíos pastorales de este extraño culto, que puede ayudarnos a tener ideas claras al respecto para exponerlas en nuestra predicación y en nuestra catequesis.
Pensamiento mágico y pensamiento religioso
Son dos maneras de situarse ante lo sagrado. El que tiene pensamiento mágico dice: “Existe lo sagrado y yo puedo manipularlo mediante palabras y rituales para que esté a mi disposición”.
El que tiene pensamiento religioso dice: “Existe lo sagrado, pero no como algo impersonal. Es decir, existe Dios, que ha creado todo cuanto existe y que me ha creado a su imagen y semejanza. Y yo me pongo a su disposición, como el pequeño Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1Sam 3, ); como la Santísima Virgen María en el momento de la Anunciación: “Yo soy la servidora del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, ).
Es la actitud del Señor Jesús en Getsemaní: “Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Lc ).
Como puede notarse fácilmente, son dos actitudes muy distintas entre sí. El pensamiento mágico pretende obligar a Dios, a la Santísima Virgen María o a los santos a cumplir los propios caprichos y a satisfacer las propias expectativas, sin preguntarse nunca cuál es la voluntad de Dios.
Ejemplos clásicos son, por ejemplo, colocar de cabeza la estatua de san Antonio de Padua como una forma de obligar a san Antonio a cumplir los propios antojos. Otra consiste en la difusión de la así llamada Cadena de san Judas Tadeo, cuyo único requisito es hacer determinado número de copias fotostáticas para distribuirlas en nueve iglesias distintas. Si se cumple este requisito, la persona se verá favorecida; si no lo hace, se verá en serios problemas y desastres.
Conjuro y oración
Estas dos actitudes están muy relacionadas con lo que acabamos de exponer.
El conjuro es propio de alguien que tiene pensamiento mágico. Consiste en repetir mecánicamente fórmulas a las que llaman erróneamente oraciones, mientras se realiza determinados gestos: persignarse apresuradamente, encender una veladora, realizar limpias, frotar imágenes, expulsar humo de cigarrillo o puro por la boca, etc.
Cuando se hace una novena pretendiendo obligar a Dios a cumplir los propios caprichos, se está pronunciando un conjuro, no se está haciendo oración.
La oración es propia de quien tiene pensamiento religioso. Es un diálogo confiado con nuestro Padre celestial para alabarlo, glorificarle y bendecirle y pedirle lo que necesitamos, sabiendo que Él conoce perfectamente lo que nos conviene.