Monseñor Jorge Lozano preside la comisión episcopal de Pastoral Social, y de vez en cuando saca tiempo para pintar de la Basílica de la Inmaculada Concepción
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
El templo, que data de mediados del siglo XIX, nunca había sido consagrado. Pero antes de que así se haga, la Basílica de la Inmaculada Concepción, en Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos, Argentina, lucirá como nuevo y, quizá, como nunca. Es que gracias a un fondo de restauración conseguido, esta basílica menor de la diócesis de Gualeguaychú encaró una puesta en valor que implicó la pintura interior del templo. Para la labor se contrató a un artista y restaurador, como se debe hacer en estos casos. Pero al obispo de la diócesis monseñor Jorge Lozano, cuando puede, “le interesa subir y garabatear”.
El prelado, que preside la comisión episcopal de Pastoral Social y le toca en muchas ocasiones representar a los obispos en los temas más preocupantes para el país, explicó a Aleteia el estado de las obras y el sentido buscado en la elección de los motivos. Además de la representación de la Asunción de la Virgen y de la Ascensión, monseñor Lozano se detuvo a explicar la representación de Pentecostés, y “cómo nacen los distintos carismas y pensamos el nacimiento de la Iglesia”. En esta representación en particular, explicó, se incluyen a santos importantes representativos para la diócesis como san Juan Bosco, San Benito, entre otros, todos santos fundadores cuyas familias acompañan la vida de Gualeguaychú. En su última visita, el Obispo se detuvo realizar un trazos sobre las barcas en una escena vinculada a la efusión del Espíritu Santo.
No es la primera vez que monseñor Lozano se vuelca sobre el arte. “Fui a Escuela Industrial. Siempre me gustó el trabajo manual. Cuando me invitaron, he acompañado a los chicos a pintar murales con motivos cristianos”, explica. Pero más atrás en su vida, volviendo sobre sus años de sacerdote diocesano en Buenos Aires, una feligrés de la parroquia Nuestra Señora de la Anunciación, del barrio de Villa Urquiza, recordaba, como también recordó el hoy Obispo, que también se su sumó a pintar un telar grande que aún hoy decora el templo.
“En particular con este artista nos reunimos para ver los modelos, para ver qué queremos expresar; dialogamos, le explicamos lo que queremos comunicar”, cuenta monseñor Lozano. Junto con un sacerdote cuidaron y priorizaron la aproximación a la belleza como “comunicación del bien y el mal”, y lo hicieron teniendo presente el magisterio tanto de Benedicto XVI como también referencias del Papa Francisco, de quien el prelado fue obispo auxiliar. Con el artista, Raúl González, cuenta, “hemos tenido un muy lindo diálogo en torno a los bocetos”. El cuidado de esa instancia de preparación es clave para que las obras concluidas sean “catequesis visuales que ayuden a la devoción y a la comprensión de los misterios de la fe”.
Un ejemplo de cómo se ha trabajado en los detalles esta instancia es la representación de la Anunciación, en la que, relata, “quisimos destacar el sí de María y el de otras mujeres como Santa Ana, Santa Marta y Santa María, las amigas de Jesús, y también una santa moderna, como Santa Josefina Bakhita. Para que esta imagen, como todas, pueda ser una catequesis, cuando la obra entera esté terminada, en los próximos meses, se trabajará con folletos y con nuevas tecnologías para acompañar las imágenes con explicaciones.
Con sus trazos, que una vez cada tanto el prelado intenta dar, la intención es “acompañar el esfuerzo de la comunidad y del artista, pintar como una manera de valorar su esfuerzo”.
Curiosamente, el templo nunca ha sido consagrado. Recibirá la consagración más de 150 años después de ser edificado, y con un color distinto y una mirada distinta, tras años de investigación, preparación, restauración, y pintura, con el esfuerzo y la mano de la comunidad entera encolumnada detrás de la restauración de su templo, de un gran artista, y, por supuesto, de su pastor.