Impactante testimonio del Padre Ignacio-María Doñoro y su “Hogar Nazareth”
El Padre Ignacio María Doñoro abrió en el año 2011, en la selva de Perú en Puerto Maldonado el Hogar Nazaret. Renunció a su vida en España y con un poco de dinero constitudo por la cuota de pocos socios comenzó una aventura de acogida y auxilio para los niños más desprotegidos.
Allí vive situaciones extremas, busca dinero de todos sitios para que el centro pueda seguir abierto y sueña con que sus niños puedan dormir tranquilos y recuperen su dignidad robada. Si Hogar Nazaret estos niños serían esclavos a merced de traficantes, de mafias o de la drogadicción.
De entre todos sus niños y sus historias destacamos la del “bebé sin nombre”, como él le llama “una florecilla que tiene un olor intenso, un color nunca visto".
Esta es su historia:
Acabamos de salir del hospital con María. Estamos agotados. Cuando nos retiramos a descansar, Juanita nos avisa de que hay un niño de siete meses tirado en la cuneta, lo han arrojado con la intención de que las aguas se lo llevaran.
Saltamos a la furgoneta. José silba la canción del “Equipo A” y reímos disimulando el nerviosismo. Es un sitio peligroso. Llevamos un gran letrero en la camioneta con nuestro nombre y cada uno aprieta con fuerza su rosario.
Localizamos a la familia y al bebé. Debemos actuar como lo haría Jesús, sin juzgar, debemos mirar a los ojos a las personas que han intentado matar al bebé, con todo el amor del que seamos capaces.
Nuestra actitud les desconcierta. Empiezan a justificarse… Creo que estoy ante la situación más dura desde que llegué a Puerto Maldonado, al bebé ni siquiera le han puesto nombre. “Despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción” (Is. 53,3).
Estoy sin ninguna duda delante de Jesús. Tan despreciado que ni siquiera le han querido poner nombre…
Soy sacerdote, soy otro Jesús, debo amar al pecador y tienen que sentir ese amor. Necesito mirarles con los ojos de Jesús.
No he sentido ni siquiera rabia. Dios me ha concedido esta gracia. Por eso esta florecilla es diferente.
Está temblando y tiene fiebre. El médico asegura que se recuperará el bebé sin nombre.
La familia, quizás porque no les hemos juzgado, hará su partida de nacimiento y me darán un poder indefinido hasta que cumpla dieciocho años.