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Treinta rayos luminosos atraviesan la oscuridad del bosque de Szpęgawsk

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Gerardo Rodríguez - publicado el 09/07/14
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Sacerdotes mártires polacos durante la Segunda Guerra Mundial: un camposanto entre los árboles

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En la anterior serie de artículos hemos presentado al mártir de Szpęgawsk que se encuentra en proceso de beatificación el padre Reginald Krzyżanowski (ver el artículo Así vivían y así morían los sacerdotes polacos bajo la ocupación nazi). También en otros artículos hemos mencionado este bosque como lugar de ejecución por ejemplo cuando hablamos de los sacerdotes Franciszek Baumgart (33 años), vicecanciller de la curia episcopal y penitenciario de la catedral. Bolesław Dąbrowski (38 años), doctor, vicerrector y profesor de derecho canónico (ver artículo 24 sacerdotes valientes). En el último artículo publicado, entre los compañeros de ordenación del padre Juan Pronobis hay cuatro ejecutados en el bosque de Szpęgawsk: Feliks Baumgart, párroco de Lalkowy, Ambrozy Lewandowski, párroco de Koscielna Jania, Alojzy Rapior, párroco de Lubichowo y Ignacy Stawicki, párroco de Kleszczewo.

Esta serie de artículos que comenzamos se va a detener en lo que se llamó el “lunes negro” de aquel trágico otoño, el 16 de octubre de 1939. El preludio de esta ofrenda sacerdotal en una oscura fosa del bosque es la noche del viernes 13 al sábado 14 de octubre donde todos los sacerdotes del distrito de Starogard son arrancados de sus parroquias y puestos en prisión. Una vez más ni la frondosidad del bosque ni los pozos de la muerte impidieron que rayos luminosos atravesaran la oscuridad. Treinta rayos luminosos, treinta vidas en oblación, treinta mártires pro Deo et Patria.

El bosque, tomando su nombre de la aldea de Szpęgawsk, se extiende entre Starogard Gdansk y Tczew sobre una superficie de más de siete mil hectáreas. Ambas ciudades reclaman  el rango de "capital" de Kociewo – una región que es menos conocida que el Casubio, pero no menos destacada en Pomerania.

Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial Starogard era una ciudad de tamaño medio, sin embargo una industria altamente desarrollada la ubicaba entre los centros urbanos más importantes de Pomerania. En las afueras de la ciudad, en Kocborowo, funcionó un hospital psiquiátrico moderno, y más cerca del centro estaba estacionado el segundo Regimiento de Caballería. Vivían en Starogard polacos, alemanes y judíos.

En el otoño de 1939, Hitler anunció que Pomerania "regresaba a la patria alemana." Los trabajadores metalúrgicos alemanes, los comerciantes y tenderos se colocaron brazaletes con la inscripción "Selbstschutz" y comenzaron a tomar el asunto en sus propias manos. Primero fueron asesinados los judíos, luego les llegó el turno a los polacos.

Los sacerdotes fueron considerados como los agitadores más peligrosos de Pomerania – lo seguían los maestros, los miembros de la Unión Polaca de Occidente, los funcionarios de la administración estatal y local. En el decanato de Starogard el ajuste de cuentas con el clero comenzó en la noche del 13 al 14 de octubre de 1939. Todos los sacerdotes fueron detenidos a excepción de unos pocos sacerdotes jubilados.

Gracias al testimonio de un comerciante de Sumin, Franciszek Gołuński, presentado después de la guerra ante el tribunal de la ciudad de Starogard, sabemos quién tuvo un papel clave en las detenciones. El 13 de octubre alrededor de la medianoche Gołuński escuchó el motor de un camión. Media hora más tarde lo despertaron unos golpes en la puerta. Vio a dos hombres, a los que había conocido antes de la guerra. Egon Siewert iba vestido de sotana y Gerhard Wiechert  con el uniforme del ejército polaco. Siewert era un empleado de una farmacia en Starogard, casado con una mujer polaca. Ambos pidieron ayuda para sacar el camión que había caído en una zanja. Como Gołuński no pudo ayudarles, se fueron.

Mientras tanto el polaco encontró en las escaleras al maltratado párroco de Sumin, el padre Reginald Krzyzanowski aterrorizado. Él se ofreció a ayudarle a escapar, pero éste a pesar de sus dientes rotos, escupiendo sangre y atragantándose – se negó. No quiso exponer a la muerte a sus feligreses.

Después de la requisa de caballos en el pueblo, los nazis locales sacaron el coche fuera de la zanja y volvieron por el padre Krzyzanowski. Gołuński recordaba que el coche estaba lleno de ropa perteneciente a los eclesiásticos. Parte de esta indumentaria se encontró más tarde en la casa de un tal Drews.

La operación fue bien coordinada. Además del dúo Siewert-Wiechert de Sumin, participó en los arrestos Paul Drews: cerrajero-electricista, empleado anteriormente en una fábrica de azúcar en Pelplin, miembro del Partido Nazi. A partir del 5 de septiembre fue el jefe del "Selbstschutz" en Starogard. Sus miembros, que conocían a los polacos y las realidades locales, confeccionaron una lista de proscripción y, los que se encontraban en esa lista, posteriormente fueron asesinados. Drews como presidente del "Volksgericht" de Starogard (el así llamado Tribunal del Pueblo) era el dueño de la vida y de la muerte de miles de personas. Principalmente de la muerte.

A las cinco y media de la mañana delante del edificio de la prisión de Starogard se detuvo un camión, del cual descendieron 31 sacerdotes. Siewert y Wiechert adornados con indumentarias clericales tales como bonetes y estolas, con el apoyo de las armas, colocaron a los sacerdotes en fila. El jefe de la prisión, el SS-Unterscharführer Johann Wilhelm Fast ordenó al guardia Biernacki colocar a los arrestados en las celdas. Así como el nuevo gobernador de Starogard Erwin Johst, Fast era ciudadano de Gdansk. Los sacerdotes fueron conducidos individualmente a su oficina, donde se les sometió a un registro preliminar, que duró aproximadamente una hora. A lo largo del día fueron abandonados a su suerte. La golpiza comenzó por la noche.

Media hora antes de la medianoche. Allí se encontraban el director de la prisión Fast y el gobernador Johst cuando de pronto llegó el alcalde nazi de la ciudad y el dueño de la imprenta "Danziger Vorposten". Fast, de profesión zapatero, era conocido por su afición desmedida a la bebida. Y cuando él bebía, golpeaba.

El único sacerdote que no fue maltratado ni torturado, fue el padre Ignacio Stryszyk, entonces de 40 años. En el período de entreguerras era párroco de la parroquia castrense de San Pedro en Starogard y capellán del segundo regimiento. Participó en la guerra de 1939 y fue hecho prisionero. Después de su liberación de un campo de prisioneros de guerra lo trasladaron a la prisión de Starogard. Los prisioneros de guerra estaban sometidos a una ley diferente a la población civil.

Prestemos la voz al padre Stryszyk, que en el invierno de 1940 en el campo de concentración de Stutthof relató a sus compañeros de miseria: "Estábamos sentados en la cárcel de Starogard más de treinta sacerdotes de todo el distrito (…) Yo los he visto y he hablado con ellos. Y sobre todo escuché en la noche los gemidos inhumanos de los torturados. ¡Qué noches horribles aquellas! Los miembros borrachos del Selbstschutz  y las SS una noche tras otra rondaban las celdas en busca de  los verflüchten Pfaffen [curas malditos]. Los gritos de los torturados eran tan aterradores que a pesar de que he visto más de un horror durante la guerra, no eran nada en comparación con los gemidos que resonaban en medio del silencio de la noche en la cárcel. A mí no me maltrataron, porque toda vez que ingresaban a mi celda me presentaba como capellán del ejército polaco".

Durante un paseo por el patio de la prisión en el día de las ejecuciones el padre Ignacio conversó con la mayoría de los detenidos. "Todos estaban hinchados por los golpes y ensangrentados. Algunos, recientemente golpeados, presentaban heridas de donde manaba la sangre color púrpura, otros tenían sus manos y sus rostros de un color negro-lívido".

Una singular piedad inspiraba el sacerdote y decano Jan Doering de Kokoszków de 66 años de edad, a quien el gobierno de la Segunda República le concedió la Orden de Polonia Restituta por la lucha de la independencia en la partición de Prusia: apenas podía tenerse en pie. El párroco de Grabowo el sacerdote Boleslaw Gordon (53 años) sostenía su estómago; el jefe de la prisión a patadas le atravesó el diafragma abdominal. El padre Gordon, oriundo de Bydgoszcz, en 1918 fue delegado del Parlamento Regional en Poznan. La suerte del padre Krzyzanowski ya la conocemos.

Los sacerdotes estaban colocados en fila en el pasillo de la prisión. Probablemente adivinando lo que les esperaba. Incluso en el patio se confesaron mutuamente y uno animaba a los demás. Delante de las puertas de la prisión llegó el traqueteo del camión.

Entre los detenidos había tres alemanes: los sacerdotes Kazimierz Schliep, vicario de Lubichowo, Jan Szpitter, párroco de Klonówka y el párroco de Bobowo José Kuchenbecker. Los condenados reunidos en el pasillo oyeron gritos en alemán. El padre José Kuchenbecker estaba reprendiendo a los matones. Para él esto terminó mal. En represalia le dibujaron con un cuchillo una esvástica en la frente. Cuando presentemos su semblanza volveremos a las memorias del padre Stryszk .

El director retirado de la prisión de Starogard, Marcin Żychski, que durante la ocupación se vio obligado a ayudar a la administración alemana declaró en 1946: "Una vez le pregunté a Fast, adonde adónde había ido el transporte de los sacerdotes. Me respondió que a Bydgoszcz, a 3 metros de profundidad."  La respuesta de Fast era una verdad a medias, discrepando sólo en la dirección del viaje del clero de Kociewo.

Prestemos una vez más la voz al padre Ignacio Stryszyk, que relata lo que sucedió el 16 de octubre de 1939, después de la salida del "interrogatorio" del padre Kuchenbecker: "Otra vez declaro que soy un prisionero de guerra, y exijo una audiencia ante un tribunal militar Después de un tiempo estamos en el camión. El silencio sólo es interrumpido aquí y allí por el susurro de la oración. Los veo resignados, reconciliados con el destino al que se enfrentan”.

Después de un momento el coche se detiene. El motivo: Der Kriegsgefangenen Ignatz Stryszyk raus! [el prisionero de guerra Ignacio Stryszyk ¡fuera!]. Arrojé una última mirada de despedida a mis hermanos y bajé del camión. Se puede ver que mi protesta me salvó la vida esta vez. Después de un tiempo me encuentro en la puerta de la prisión. El portero me miró como un fantasma, que aparece a plena luz del día. Se puso pálido y dio un paso atrás. "

La última duda en cuanto a dónde fueron ejecutados los sacerdotes, se explica por otro testimonio presentado ante el tribunal en 1946. Cuatro días después de que los sacerdotes fueran fusilados llevaron al bosque a un grupo de maestros, entre ellos Jan Kaczmarek de Żabno. En el último momento la ejecución fue cancelada, pero el maestro regresó a la cárcel literalmente de su tumba. "El fondo de la tumba estaba cubierto de cadáveres humanos,  evidentemente con un vestuario homogéneo, es decir, pantalones negros en todas las víctimas, supongo que podrían ser sacerdotes" – testificó Kaczmarek.
 

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