Papa Francisco ha recordado en varias ocasiones la influencia del diablo en el siglo XXILa Congregación para el Clero ha reconocido jurídicamente a la Asociación Internacional de Exorcistas (Aie), así el Vaticano reconoce formalmente que existe un grupo de 250 sacerdotes en 30 países que luchan contra la posesión demoniaca.
Este martes el periódico de la Santa Sede, L’Osservatore Romano ha dado la noticia. La Asociación ha recibido la aprobación de estatutos que legitiman su existencia en ámbito mundial en el respeto del derecho canónico.
Padre Gabriel Amorth ha sido el promotor de reunir los exorcistas en una asociación. La idea del famoso exorcista nace en los años 80, cuando la Iglesia se percató de un aumento de ritos y prácticas ocultas en el mundo. Con lo que llevó al nacimiento de la Asociación el 04 de septiembre de 1991.
El padre Franceso Bamonte, presidente de la Asociación desde 2012 afirmó que la noticia del reconocimiento de la Aie “no es sólo motivo de alegría para las Asociaciones sino para toda la Iglesia”. Bamonte remarcó que este es un llamado de Dios a algunos sacerdotes “en este precioso ministerio del exorcismo y de la liberación” dijo a L’Osservatore Romano.
En varias de sus alocuciones publicas, el Papa Francisco advierte que el diablo sigue más vivo que nunca en el siglo XXI. El Pontífice aparentemente practicó un exorcismo en San Pedro el pasado 19 de mayo, cuando colocó las manos sobre la cabeza de un joven mexicano de 43 años que parecía poseído. Aunque si el exorcismo no fue confirmado por el Vaticano, el Pontífice advierte continuamente de la naturaleza del mal representada en el diablo y en esa ocasión realizó una oración que padre Amorth identificó como oración de liberación.
Palabras recientes del Papa sobre el diablo y su poder de influencia en el mundo:
No juzgar a los demás como hace el diablo. El 23 de junio el Papa Francisco pidió no juzgar a tu hermano; callar, reza y defiéndelo, exhortó. “Jesús, ante el Padre, ¡no acusa nunca! Al contrario: ¡defiende! Es el primer Paráclito. Después nos envía el segundo, que es el Espíritu. Él es el defensor: está ante el Padre para defendernos de las acusaciones”, recordó.“ ¿Quién es el acusador? –preguntó-. En la Biblia se llama “acusador” al demonio, Satanás.
El demonio está en el siglo XXI. Papa Francisco el 11 de abril aseguró de no ser anticuado cuando afirma que el diablo están más vivo que nunca en nuestros días. “La vida de Jesús fue una lucha. Él vino para vencer el mal, para vencer al príncipe de este mundo, para vencer al demonio”. Y reafirmó que la vida cristiana es precisamente una lucha contra el mal.
El odio es sembrado por el diablo. El 06 de mayo afirmó que el cristiano que no da testimonio se convierte en estéril. Papa Francisco en la homilía en Santa Marta se detuvo en el martirio de San Esteban que con sus palabras cristianas encontró la muerte por mano de gente que “ponía resistencia al Espíritu Santo”. Pero “esta gente, evidenció el Papa, no estaba tranquila, no tenía paz en el corazón” “Este odio, afirmó Francisco, fue sembrado en sus corazones por el mismo diablo”, “es el odio del demonio contra Cristo”. Y en el martirio de los inocentes se ve claramente “esta lucha entre Dios y el demonio”.
El demonio adora a los soberbios y algunos santos fueron poseidos. El 09 de mayo confirmó que para ser santos hay que ser humildes, no héroes. En el Evangelio – observa el Papa – hay ejemplos de posesiones demoniacas: está la Magdalena, de la que Jesús había expulsado siete demonios. Luego habló de Mateo que servía el mal “que era un traidor de su pueblo y cogía el dinero para darlo a los romanos”. Así el Papa recordó que los santos son pecadores que siguen a Jesús por el camino de la humildad y de la cruz.
El demonio enseña a adorar el poder. El Papa recordó el 14 de junio en la Jornada Mundial de la Misiones que hay que seguir el amor para contrastar el mal. El Papa afirmó que los discípulos estaban llenos de alegría, entusiasmados con el poder de liberar de los demonios a las personas. Sin embargo, Jesús les advierte que no se alegren por el poder que se les ha dado, sino por el amor recibido (Lc 10,20). A ellos se le ha concedido experimentar el amor de Dios, e incluso la posibilidad de compartirlo.
