La escasez de productos básicos, especialmente medicamentos, hace muy dura la vida en el país
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La crisis que golpea a Venezuela se instaló entre sus habitantes y los hace sufrir todos los días y a toda hora. La vida queda, así, marcada por una debacle de origen económico en uno de los países con las mayores reservas de petróleo del mundo. Una crisis que azota en casi todos los momentos de la vida. No hay ni ácido fólico para embarazadas, ni pañales para bebes, ni productos alimenticios básicos, ni pasajes de avión para irse, ni ataúdes para morirse.
La gente se ayuda como puede. “Tomé la iniciativa de crear @mamiencontro porque me tocó la difícil tarea de ser mamá en este tiempo de escasez. Siempre me topaba con amigas que me decían que les avisara si encontraba determinado producto”, describe Dayimar Ayala, una periodista que decidió crear esa cuenta de Twitter para ayudar a padres en apuros en medio de la tormenta económica.
La situación guarda parecidos con el Período Especial cubano. “Los productos más difíciles en Caracas son los que corresponden al aseo personal de los niños, como jabones de glicerina, champú, toallitas húmedas y pañales. Entre los alimentos, las compotas son las más demandadas y las fórmulas especiales para niños prematuros o con alergias. En el interior del país necesitan de todo y al no haber inventario, los padres y madres entran en pánico”, revela la periodista, que gracias a su iniciativa dio un respiro a casi 1000 seguidores de su cuenta, que a su vez con sus alertas constantes ayudan a satisfacer las necesidades básicas para sus bebes.
El vía crucis de las embarazadas comienza durante la gestación: suplementos tan esenciales como calcio, hierro y ácido fólico faltan en las farmacias. Encontrar antibióticos para luchar contra las infecciones urinarias también se ha convertido en una tarea detectivesca empujada por una paciencia infinita. La crisis venezolana es tan aguda que en el hospital caraqueño José Manuel de los Ríos, uno de los más importantes a nivel pediátrico del país, hasta 5000 chicos están en lista de espera para ser intervenidos. El principal problema es que no hay anestesistas, a lo que hay que sumar carencias de insumos y una situación crítica en infraestructuras y quirófanos.
“Nadie puede ser indiferente cuando una mamá denuncia carencia de plaquetas y concentrado globular para su hijo”, enfatiza Carlos Trapani, asesor de Cecodap, ONG que defiende los derechos de los chicos. La situación rozó anteayer el esperpento, cuando pacientes del hospital de Coche irrumpieron, a bordo de sus camas, en plena avenida. Alrededor de 150 enfermos esperan operaciones traumatológicas. Un día no hay sutura, otra falla el agua y ni siquiera tienen calmantes.
Hasta la Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha certificado que Venezuela ocupa el primer lugar en desabastecimiento de medicinas contra el VIH: hasta 11 antirretrovirales básicos faltan en las farmacias. Incluso los reactivos para la prueba del sida faltan en los laboratorios, como confirma un cartel pegado a la entrada de un centro de análisis de la capital. Ni para las transaminasas ni para la bilirrubina o la urea. También la prueba del dengue, tan temido, escasea.
Y para los muertos faltan ataúdes, por las trabas a la importación y las altas tasas de homicidios. Este breve recorrido de historias mínimas por la Venezuela de hoy mide la dimensión de una crisis que desde hace año y medio no deja de crecer. Una crisis que asemeja a esas fichas del dominó que se van derrumbando una sobre otra, sin parar y sin que se vea dónde está el final. Y no es una metáfora: un apagón de tres horas afectó anteayer al 70% de los consumidores. Varios grandes apagones al año, que se alternan con cientos de cortes locales cada mes.
El país sufre la mayor inflación del planeta, por encima del 60%. La mejor medida del gobierno para combatirla ha sido prohibir que el Banco Central de Venezuela (BCV) haga públicas las cifras mensuales. La última conocida sobre la escasez es del 28% en enero: de cada 100 productos básicos que se buscan, sólo se encuentran 28. Durante semanas las panaderías se quedaron sin pan en Caracas. Carne, aceite, café, harina, azúcar, pescado y leche sólo se encuentran de vez en cuando y cuando se hallan, los precios se han multiplicado.
“Acabo de comprar cinco filetes de corvina y tres pescados. Mira el ticket: 1200 bolívares”, muestra la emigrante portuguesa Alexandrina Rodríguez al salir de la pescadería cerca de Santa Mónica. Esos 1200 bolívares, al cambio oficial, equivalen a casi 190 dólares. Por lo menos en esta ocasión no tuvo que hacer cola.
Según la investigación realizada por un diario local, la compra de la canasta básica necesita de tres días distintos y de siete horas de espera. Todos sufren. Manuel esperó un mes para encontrar la batería de su taxi; Álex busca desesperado su desodorante de siempre; Teresa no halla su jabón íntimo; Vanessa está a la caza de acetona para las uñas.
Y, para más sufrimiento, hasta evadirse de tan cruda realidad se ha convertido en un milagro. No se encuentran tickets aéreos tras la subida del 500% de los precios decretada por el gobierno, que sigue sin pagar a las aerolíneas. Éstas se defienden reduciendo sus vuelos. “Ayer no había agua en el aeropuerto de Maiquetía. Hoy no hay aire acondicionado. Y si tampoco les pagan a las aerolíneas, en breve no habrá aviones”, se quejó de forma lapidaria Luis Vicente León, presidente de Datanálisis y economista que viene advirtiendo de la debacle hace más de un año. Y, mientras tanto, la periodista Ayala aportaba ayer su último servicio a la causa: “Desodorante Rexona, Axe y Dove, en Locatel de ProPatria”.
Artículo publicado por Reporte Católico Laico