La verdad que en ocasiones nos desagrada, es un tesoro, porque en ella vive Dios
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
San Ireneo decía: «Lo que no es asumido no es redimido». Si no nos aceptamos como somos, si no comprendemos quiénes somos, si no tomamos en nuestras manos nuestro pecado y se lo entregamos a Dios, no crecemos, no somos redimidos.
Siempre estaremos construyendo sobre pies de barro blando. Sobre medias verdades, sobre medias mentiras. Dependeremos del reconocimiento de los otros, de su aprobación. Pero así no avanzamos.
Nos maquillaremos, disimularemos las arrugas y el sobrepeso. Saldremos airosos de situaciones delicadas. Urdiremos engaños sutiles. Nos mentiremos a nosotros mismos queriendo vivir una realidad que no vivimos.
Pero no es lo que soñamos. Queremos ser santos, felices, plenos. Queremos educarnos para llegar a ser hombres honestos, hombres santos. Aceptar los límites y vivir creciendo.
Para ello hace falta unir la verdad con la humildad. Construimos desde la pequeñez de nuestra vida, desde lo que somos. La humildad y la verdad van unidas. Decía el Padre José Kentenich: «La humildad tiene dos pilares fundamentales: la verdad y la justicia. La humildad es verdad, dice Santa Teresa. Yo sólo quiero tomar la posición que verdaderamente me corresponde a mí como criatura, y criatura personalmente contaminada por el pecado»[1].
Ser humildes supone comprender que mi verdad es maravillosa, aunque haya manchas en ella, aunque no sea perfecta. Somos maravillosos porque Dios ha sembrado en el alma un gran tesoro para que brille. Porque ha puesto su amor en nosotros y nos ha capacitado para el amor.
Sí, el brillo surge del interior, no de los focos de la fama, no de alabanzas de los que nos admiran, no de los elogios que algún día nos serán esquivos. Sí, en nuestra verdad desnuda nos encontramos con Dios y Dios nos permite mirarnos tal y como somos y querernos así.
Nos permite aceptar una verdad virtuosa a veces, pero en otras ocasiones algo gris, o con pecado. Sí, la verdad que en ocasiones nos desagrada, es un tesoro, porque en ella vive Dios.
Estamos algo enfermos, heridos, sucios. El alma se ha roto, ha sufrido. Los sueños que nos desgarran por dentro, en esa lucha por tocar las nubes, nos dejan huellas profundas.
Hay lágrimas y dolor, porque no es fácil muchas veces vivir. Pero también hay risas y esperanza. Sí, así es la vida. No siempre logramos lo que soñamos. Pero nunca podemos dejar de intentarlo. Puede que no logremos nuestras metas, pero no dejaremos de correr.