En la plaza de San Pedro se viven emociones que no se viven en otro lugar...
Piero -el tercero de mis niños, ya no tan niños- fue a la audiencia de la plaza de San Pedro. El Papa se le acercó y bromearon y hablaron acerca de las propuestas que tenemos para todo el mundo. Fue a la plaza, porque en la plaza de San Pedro se viven emociones que no se viven en otro lugar.
Cuando Francisco lo vio, se acercó y además de abrazarlo, le dijo: "Piero, ¿dónde está tu madre?". Piero, de los nervios, no se acordaba del nombre de monseñor Sanchez Sorondo, el obispo con quien estaba reunida y sólo le dijo: "Está trabajando para usted", y al rato agregó: "es decir, para Cristo".
A mí me regaló ciento de estampas, y un amigo en su nombre me acercó rosarios y más rosarios, y unas tarjetas -entradas numeradas especiales- para que el domingo presenciemos delante la ceremonia por la paz, y lo acompañemos. ¿Nosotros acompañar al Papa? ¡es imposible!
Acá todos los de mi familia lloran de emoción, y Piero les dice: “El Papa siempre fue así con nosotros, con todos".
Para terminar nos sacamos unas fotos con el Papa, charlamos un rato, y me dijo: "Te aprendiste bien el camino, igual que en Buenos Aires". Entonces le contesté: "Si usted se pensó que con la distancia se iba a librar de mí y de la lucha, se equivocó feo".
Y mi hija le agregó: "Usted la ha guiado siempre, tuvo un buen maestro". El Papa se sonrió y su sonrisa nos iluminó a todos.
Cuando se fue, me quedé un largo rato conversando con su secretario y cuando también se iba, le dije casi fuerte: "¡Fabián cuídanos al Papa!". También medio fuerte me contestó: "Eso intento Alicia, eso intento".
Dios tiene planes para cada uno, el tema es aceptar el llamado…