Queremos vivir animando a los hombre a aceptar su verdad y luchar por ella, animando a romper las cadenas, a no conformarse con el sueño que les hace pensar que son plenamente libres
Cristo no vino a complacer a los hombres, a cumplir sus expectativas. No pasó por la vida haciendo lo que los demás esperaban. Fue fiel a su misión. No se detuvo ante los deseos humanos de muchos corazones.
Desentrañó los miedos que muchos tenían y les dio luz. Acogió, comprendió, miró con misericordia. Fue siempre Él mismo, fiel a su verdad. Guardó silencio cuando los que le perseguían no querían conocer la verdad.
Les enseñó que la humildad era el camino perfecto. Les mostró que la paz y la mansedumbre eran verdades que cambian el corazón.
Pero también supo confrontar a los hombres con su verdad. Les ayudó a comprender que eran esclavos.
El otro día oía un cuento muy breve. Un hombre camina por el campo y se encuentra al borde del camino a un esclavo durmiendo. Lo observa e intuye que sueña con la libertad.
Por las palabras que dice en sueños, por los gestos y la sonrisa que ilumina su rostro. En ese momento se alegra por el esclavo que en sueños lleva una vida feliz. Entonces duda. No sabe si despertarlo y romper su sueño de felicidad, recordándole así su verdad, que es esclavo, o dejarle dormir en su sueño de plenitud.
Uno puede dudar en ese momento. El mensaje final del cuento es claro: «Si no sabes qué hacer, acércate al esclavo que duerme. Si ves que soy yo, por favor, despiértame».
Jesús pasó por la vida despertando a hombres esclavos. Les hizo ver sus cadenas. Les mostró el camino de la libertad. No dejó que siguieran durmiendo sin enfrentar sus vidas. No quiso complacer a todos. Confrontó a muchos con la vida que llevaban. Dijo la verdad. No engañó a nadie.
Así queremos vivir. Animando a los hombre a aceptar su verdad y luchar por ella. Animando a romper las cadenas. A no conformarse con el sueño que les hace pensar que son plenamente libres.