El ataque a la parroquia de Nuestra Señora de Fátima en Bangui ha incendiado a la población
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Se está atenuando la tensión en Centroáfrica después del ataque lanzado el miércoles pasado por los milicianos islámicos contra la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima en Bangui, en el que perdieron la vida al menos 19 personas que se habían refugiado en esta parroquia. Sobre la situación en la capital habla el nuncio en Centroáfrica mons. Franco Coppola.
“Se puede decir que poco a poco se está volviendo a la normalidad. El ataque sucedió el miércoles por la tarde; nunca había pasado algo parecido hasta ahora, por tanto, claramente ha provocado una ola de indignación popular, la gente se ha encontrado desprotegida, indefensa ante un ataque que por primera vez afectaba a un lugar sagrado. Esto ha provocado una gran indignación, un levantamiento popular que se ha expresado con gran rabia…
Después, el pasado viernes, la presidenta Samba Panza, que se encontraba en el extranjero, ha vuelto y a invitado a la gente a autocontrolarse, ha prometido investigaciones, también el desarme de esa zona de la capital que hasta ahora no se había desarmado y ha ordenado tres días de luto nacional. Esto ha hecho que la gente se sintiese, por lo menos, tomada en consideración, y ha reducido la violencia de las protestas. Hay un clima de espera: para ver si las medidas anunciadas por al presidenta y por el gobierno son eficaces y si son puestas en práctica”.
– ¿Hay riesgo de que se vuelva a producir en Centroáfrica una guerra civil o una guerra de religiones?
“Ya hay guerra civil. Hay dos milicias centroafricanas que se hacen la guerra. Por desgracia el hecho de que la comunidad internacional, las fuerzas armadas internaciones no son suficientes para garantizar ni la seguridad ni el entendimiento entre las dos partes, hace que la población se sienta protegida por estas milicias.
La parte cristiana se siente protegida por las milicias antimusulmanas y la parte musulmana se siente protegida por las milicias Seleka que son de mayoría musulmana. Esto es muy peligroso. No es absolutamente una guerra de religiones en el sentido clásico, no es un problema religioso, teológico, no se quiere la conversión de los demás. Es un problema de control del poder”.
– ¿Una lucha de poder que mira también a las riquezas del país?
“Sin duda. Este país tiene un subsuelo muy rico y esto apetece mucho. El desorden colabora con el aprovechamiento descontrolado de los recursos”.
– ¿Cuál es su llamamiento a la comunidad internacional?
“Que actúen rápido porque es verdad que el Consejo de Seguridad ha decidido el despliegue de Cascos azules, pero su llegada está prevista para finales de septiembre. Desde hoy a septiembre faltan todavía varios meses. La situación puede empeorar en el futuro.
Por desgracia, las fuerzas internacionales presentes en el momento no parecen capaces de controlar la situación; parecen estar por debajo de los que sería necesario. Falta buena voluntad y falta número. Digamos que no parecen haberse dado cuenta de lo complejo que es el problema, que hay necesidad de mandar un número mayor de fuerzas. Centroáfrica es un país dos veces más grande que Italia: ¿Cómo se puede pensar que 5500 soldados pueden controlar un territorio de estas dimensiones? Este es el problema. Las fuerzas que hasta ahora han llegado son claramente insuficientes. Naciones Unidas han decidido un despliegue de casi 12.000 personas, el doble que ahora. Debería ser una medida, esperemos, suficiente. Pero esto sucederá en septiembre, y estamos a principios de junio…