Segundo escándalo en España por una avalancha de tuits de contenido antisemita tras la victoria del Maccabi
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Se cierra el cerco a las redes sociales, y a los tuits en particular, para no tener barra libre de poder escribir lo que se quiera y como se quiera, porque la opinión pública pide que se endurezca el Código Penal en numerosos países. En España ha causado auténtica alarma social cuando por medio de tuits se ha llegado a hacer apología de la violencia, justificar crímenes como el de León, y hasta pedir los hornos crematorios para los judíos del equipo de baloncesto Maccabi de Tel Aviv que ganaron al Real Madrid en la final de la Copa de Europa.
El Fiscal General del Estado, Eduardo Torres-Dulce, acaba de declarar en Barcelona, con motivo de la entrega de los despachos de jueces y fiscales a los alumnos de la Escuela Judicial, que los tuits que hagan apología del delito, del racismo y de la violencia religiosa, sexual o del tipo que sea son perseguibles en aplicación del artículo 510 del Código Penal. Dicho artículo contempla penas entre uno y tres años para quienes inciten a la discriminación racial, el odio o la violencia contra grupos o asociaciones, por motivos “racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de uno de sus miembros a una etnia o raza, su origen nacional, su sexo, orientación sexual, enfermedad o minusvalía”. Sin embargo este artículo ha sido muy poco o casi nunca aplicado en los escritos e imágenes que aparecen en las redes sociales. ¿Por qué?
El motivo es que los jueces y los gobiernos no se atreven a poner coto a los internautas, muchos de los cuales consideran que en Internet se puede decir todo y lo contrario de todo, sin barreras de ningún tipo, sin censuras. Internet es el único lugar de comunicación de los humanos donde todo se puede decir y nadie puede poner puertas en este campo universal, mundial. La conciencia popular, sin embargo, ha ido tomando posiciones en contra de que “todo vale” en las redes sociales, y ahí se tienen casos de violencia y sexo entre adolescentes, calumnias e insultos a personas o a instituciones –en España es conocido el vapuleo que han sufrido, con verdades y mentiras, algunos personajes famosos, y en concreto la Monarquía—y hemos entrado en la xenofobia, el odio hacia los judíos, hasta el punto que las organizaciones judías presentaron ante el Fiscal un total de 17.692 tuits de escarnio y fobia hacia los judíos, entre ellos los que pedían para los judíos “una ducha… en los hornos crematorios”. Estas comunidades afirmaron que España es el tercer país del mundo donde más se manifiestan opiniones antisemitas, dijo la presidenta de la Comunidad Israelita de Barcelona, Uriel Benguigui.
A través de Internet y de las redes sociales se escriben a veces insultos muy graves, se enaltece al terrorismo y al crimen, la violencia, las ideologías totalitarias y racistas aprovechando el anonimato. El tuit se escribe a veces en un momento ira o en un ataque de rabia y se dicen cosas que tras meditarlas no se dirían. Se puede borrar el tuit, pero no se pueden borrar los retuits. Por ello hay que pensarlo 10 veces antes de enviar un tuit, y no llevarse por la pasión de un momento.
Por internet se pasan matrículas de coches y fotos de la casa donde viven famosos poniéndolos a tiro de las mentes más distorsionadas y desequilibradas, nombres y modelos de armas y dónde se pueden comprar, y se hace apología de los más bajos instintos del hombre y de la mujer, se fomenta la pederastia, se ponen en boca de alguien importantes afirmaciones ofensivas y calumniosas porque se puede suplantar la personalidad en twitter como hizo el periodista italiano Debenedetti, y un largo etcétera. ¿Por qué se hace esto? Porque muchos se esconden detrás del anonimato.
Es difícil perseguir estos delitos de tuits, ha comentado el magistrado de lo penal de la Audiencia de Barcelona, Jesús Navarro, dado que el servidor central de twitter está en California, EE.UU., y la Corte Federal de California impide a twitter facilitar los datos de los usuarios anónimos, y por mucha investigación que se haga, al final hemos de llegar al servidor central californiano. Además, no se pueden perseguir 17.000 tuits porque habría que multiplicar mucho el personal que persiga estos delitos.
España, ha dicho el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, la policía tiene insuficientes medios jurídicos para perseguir estos delitos, por lo que anunció que cambiará las leyes para trabajar con más eficacia los delitos en el ciberespacio. Sin embargo, lo anunciado por el ministro español no será más que un parche si no puede perseguirse el delito a nivel internacional, donde no hay leyes ni normas de conducta comunes.
Entonces es lícito preguntarse: ¿Por qué las Naciones Unidas no dictan una resolución dando un criterio general para que Estados Unidos y otros países cambien su propia legislación en relación al uso y abuso del ciberespacio? Ciertamente no es fácil la solución, porque una cosa es la libertad de expresión –que muchos países de la ONU han conculcado y continúan conculcando hoy día, como el caso de China– y otra evitar que se incite al odio racista, sexista, religioso, a través del anonimato de los tuits. Como siempre la línea de separación entre la libertad y el delito es muy fina.