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Amar también con los instintos

Le “Confessioni” di Sant’Agostino, un coraggioso viaggio nella propria intimità – es

© Public Domain

Carlos Padilla Esteban - publicado el 10/05/14

No todo lo espiritual es bueno ni todo lo instintivo malo

Tenemos la tendencia a ver como bueno todo lo que tiene que ver con el espíritu. Y consideramos que es malo todo aquello que está relacionado con la carne. Hay personas especialistas en sobrenaturalizar todo lo que les ocurre.

Cuando no saben manejar su mundo interior, su amor instintivo, el caos del alma, lo llevan todo al campo espiritual tratando de volver a tener así el control sobre su vida. La solución es rezar, dicen, y ya está, todo solucionado. Pero no es tan sencillo. Necesitamos conocer nuestro corazón, entender los procesos del alma.

A veces necesitaremos ayuda de alguien que nos dé un poco de objetividad y nos ayude a mirarnos con cierta distancia. No es sencillo, no todo se soluciona rezando un padrenuestro.

El amor es un arte que aprendemos en la vida. Un arte que practicamos desde el corazón de Dios. El amor instintivo, ése que tantas veces nos desconcierta, en sí mismo no es malo, no es cizaña, no es necesariamente pecado. No todo es pecado.

Decía el Padre José Kentenich: «Este amor instintivo es el precursor, el acompañante y la coronación de un marcado amor sobrenatural. No se debe ver de partida algo malo en esto, sino que es algo genuino, sano en sí mismo. Hay una fuerza muchas veces indómita. ¡Qué de cosas no se logran con un amor instintivo! Lo que puede lograr el amor sobrenatural sin el instintivo a menudo es muy poco. Lo que un amor instintivo puede lograr sin el sobrenatural a menudo es muchísimo»[1].

El amor instintivo debe ser clarificado e integrado en el amor espiritual y sobrenatural. Pero ese amor instintivo es la fuerza que nos lleva a luchar por la vida, a entregarnos, a amar sin miedo, a hacer locuras por amor. Aunque pueda encerrar también peligros.

El camino no consiste entonces en sobrenaturalizarlo todo. Es necesario aceptar ese amor instintivo e integrarlo en el amor de Dios sembrado en el corazón.

Añadía el Padre Kentenich que también tiene peligros separar lo sobrenatural de lo instintivo y de lo espiritual. Los tres amores tienen que estar íntimamente unidos.

Por eso no basta con tener un fuerte amor sobrenatural, un amor a Dios profundo. No basta con vivir anclado en el Santuario, huyendo de la vida que nos parece insegura. Tiene que haber una complementación con el amor natural e instintivo.

Dice el Padre Kentenich hablando del amor sobrenatural: «Cuando este amor permanece sólo en esta esfera sobrenatural y no busca una complementación en el amor natural y el instintivo, a la larga se acalambra. Cuando el hombre vive en una gran lejanía, por un tiempo esto atrae, pero tarde o temprano encierra el peligro de que experimentemos una caída, que caigamos de las grandes alturas a la más baja sensualidad»[2].

Las desviaciones también suceden cuando el amor sobrenatural se separa del amor espiritual- natural e instintivo. No se trata de vivir anclados en un amor sobrenatural que nos saca de la tierra, sin poner los pies firmes en nuestro mundo.

Jesús se hizo uno de nosotros. Amó como ama uno de nosotros, pero sin pecado. Amó con un amor instintivo, con su carne, con su alma, aunque en Él había esa armonía de la que nosotros carecemos. Nos enseñó a comprender que podemos amar sin miedo.

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