Habla Alicia Peressutti, de la ONG Vínculos en red, participante de un reciente simposio sobre la trata de personas en la Santa Sede
Las escenas se repiten en la televisión argentina. Enfrentamientos entre bandas de narcos, sicarios que confiesan su metodología, noticias de mujeres secuestradas, supuestas complicidades de la fuerza pública con el crimen organizado.
El problema se repite fuertemente en toda América Latina, y con mayor dureza en África y en Asia. Así lo confirmó durante la reciente conferencia internacional “Combatiendo el tráfico humano: Iglesia y fuerzas del orden en alianza” Alicia Peressutti, de la ONG argentina Vínculos en Red. Alicia fue convocada para participar de este simposio en la Santa Sede organizado por la Pontificia Academia para las Ciencias Sociales y la Iglesia Anglicana.
“El panorama es el mismo en América Latina, Asia y África. Es la misma mafia la de la droga y la de la trata. La principal forma de captación para las víctimas de trata es la adicción. Es fácil para la mafia reclutar a una persona en ese estado de vulnerabilidad para la explotación… Es la misma mafia que va a operando con el narcotráfico y con la compra y venta de seres humanos”, denuncia Alicia, que ya había participado de un simposios sobre el mismo tema convocado en noviembre de 2013, también en la Santa Sede. Y completa: “La mafia utiliza esclavos que son víctimas de trata; los cambian de ciudades y los usan para la venta de droga. Cuando hablamos de víctima de trata, generalmente, salvo casos como trata laboral, cuando hablamos de narco y explotación sexual, hablamos de gente de menos de 30 años, y generalmente son niños y adolescentes”.
Los criminales no sólo se benefician de la vulnerabilidad de los jóvenes, sino también de la eximición de prisión de los menores. “Legalmente les conviene porque entran y salen de las comisarías”, denuncia, y aclara: “Estos chiquitos pueden servir para vender, para explotar, da lo mismo para la mafia”. Con este panorama, Alicia repite lo que el Papa Francisco, cuando asegura que “hay más esclavos ahora que cuando la esclavitud era legal”.
De la Conferencia participaron distintos representantes de la Fuerza Pública, además de distintas organizaciones de la Iglesia que acompañan a las víctimas de estas lacras en todo el mundo. Sin embargo, la visión de Alicia, como la de las hermanas Adoratrices y las de la Misericordia, sacerdotes que trabajan en África, entre otros, parece políticamente incorrecta ante algunos discursos. “Si escuchás a las fuerzas de seguridad parece que no hay mafia. Nosotros entendemos que las fuerzas hacen un esfuerzo, pero hay que dejar un lugar donde también las fuerzas hagan un mea culpa, y digan: estamos intentando, pero tenemos una parte de la policía que es corrupta, una parte de la justicia que es corrupta, y la mafia no hubiese avanzado como avanza”, lamenta. “Si no ponemos un freno como sociedad, la mafia se va a quedar con todo. Se está quedando con todo. Se están repartiendo ciudades, todo”, denuncia con firmeza.
Peressutti reconoce que en algunos casos, se evidencia que las Fuerzas de Seguridad no saben que hacer, pero en otras, hay una complicidad. A veces, acusa, “se da una naturalización de la complicidad”, ya que aceptamos que no podemos hacer nada. Y, recuerda, “el Papa viene diciendo que la corrupción es el pecado más grave.
El compromiso del Papa con la erradicación de la trata es rotundo. Alicia lo conoce desde antes de su elección, cuando no era tan requerido y escuchado por tantos funcionarios. Y valora sus esfuerzos y los de la Academia Pontificia para las Ciencias Sociales que preside el también argentino monseñor Marcelo Sánchez Sorondo. “Se pusieron el tema en la espalda”, asegura, e ilustra: “Es un compromiso total, no discursivo. Se está tratando de crear una red interreligiosa de compromiso”.
El compromiso de los cristianos
Pero más allá del necesario involucramiento de los Estados, que denuncia Alicia “dicen que no pueden gastar en esto, y no lo hacen porque miran y se dicen que no les da votos”, el compromiso de los cristianos, asegura, está con los excluidos. “Quién va a querer ser víctima de trata… Seguramente les ofrecieron una vida mejor, una vida mejor para sus hijos. Nadie les dijo que iban a ser víctimas de trata… Y cuando decimos explotados, ¿alguien reflexiona? ¿No se podría pensar al menos dos minutos en lo que viven nuestros hermanos?”, clama.
El compromiso de Alicia Peressutti, como el de tantos cristianos igual de comprometidos que ella para combatir la trata de personas, fusionada hoy en una terrible mafia que involucra al narcotráfico y afecta a los más vulnerables de nuestra sociedad, es absoluto. Como dice ella, hay que dejar “alma y vida en esta causa”.