En su libro “Don y Misterio” el santo papa polaco transmite el ambiente salesiano de la parroquia “San Estanislao de Kostka”, del barrio Debniki en Cracovia que tuvo “un papel importante en el proceso de formación de mi vocación” (pág. 32).
En atención a este acontecimiento eclesial de las canonizaciones que hemos vivido todos con profunda emoción el artículo va dedicado a los salesianos de Cracovia, una ya beatificado y el resto ya con el proceso en fase romana.
El celoso trabajo pastoral de los salesianos especialmente entre los jóvenes estaba bajo la mira de las autoridades de ocupación. El padre Jozéf Kowalski, ya beato, era el director del coro masculino de la parroquia, pronunciaba sermones y conferencias a los jóvenes y organizaba diferentes competencias deportivas. De la molestia se pasó a la irritación y finalmente recurrieron a la fuerza y la violencia para ponerle fin.
Anochecer del 23 de mayo de 1941
Los agentes de la gestapo Siebert y Procner arrestaron a todos los salesianos de la parroquia y del seminario de la calle Tyniecka 39 de Cracovia. Después de un mes de interrogatorios y torturas, a pesar de que a ninguno se les probó actividades políticas, todos fueron trasladados a Auschwitz.
Auschwitz, 26 de junio de 1941
Doce salesianos de Cracovia junto con un transporte de judíos llegan al campo de la muerte. Todos son destinados al batallón de castigo. Al día siguiente todos los judíos y cuatro sacerdotes son asesinados de manera bestial.
Uno de los salesianos testigos de la muerte martirial de los padres Jan Swierc, Ignacy Dobiasz, Franciszek Harazim y Kazimierz Wojciechowski escribe en su primera carta: “No se preocupen por mí, quédense tranquilos, estoy en manos de Dios“. ¡A dos días de la brutal masacre!
Así se expresaba el padre Jozéf Kowalski y así lo recuerda otro compañero de prisión, el sacerdote Stanislaw Garecki: “En el campo de la muerte, en el que- como expresaban los kapos- Dios no existe, el supo traer a los prisioneros a Dios”.
¿De dónde sacaba él la fuerza a fin de no quebrarse en ese infierno de sufrimiento y humillación del campo?
De entre las 21 cartas que se conservan se encuentran pequeños gryps, en los que pide a los salesianos que vivían en la localidad de Oswiecim (cercana al campo homónimo) el más grande favor, el envío en secreto de un poco de vino de misa, algunas hostias chicas y una hostia grande, porque -como subraya- en el campo sentimos hambre de Eucaristía. El padre Kowalski procuró saciar este hambre eucarístico no sólo para sí, sino también para los otros, organizando en gran secreto antes de la salida del trabajo oraciones a las cinco y media de la mañana, para pequeños grupos de prisioneros. En secreto participó de la misa y él mismo la celebraba en diferentes barracas, y en un limpio y blanco mantelito de papel distribuía a los prisioneros la santa comunión.
Atardecer o noche del 3 de julio de 1942
Después de un trabajo agotador “amenizado” con burlas y maltratos el religioso se encontraba en su barraca rezando, luego invitó al profesor Zygmunt Kolankowski. Concluida la oración ingresó a la barraca el kapo Mitas y llamó al padre Jozéf. El sacerdote se encaminó con serenidad y conciente hacia la muerte, entregando su última rebanada de pan al profesor Kolankowski. Después se despidió de sus compañeros: “Recen por mí y por mis perseguidores”. Nunca más lo volvieron a ver.
El padre Jozéf fue asesinado por el kapo Józef Mitas y el SS Gerhardt Palitzsch, a cuya orden el sacerdote se había negado a pisar el rosario en la sala de baños (el día previo al traslado de 60 sacerdotes a Dachau, 2 de junio de 1942). También él estaba en la lista, fue borrado su nombre y se lo destinó nuevamente al batallón de castigo.
Los criminales muy probablemente antes de su muerte lo torturaron, y luego fue ahogado en un barril que contenía las heces (así declaró bajo juramento el testigo Stefan Boratinski). Su cuerpo fue incinerado en el horno del campo.
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