Hay que comprender qué es lo que anhelan los que se acercan a esta corriente religiosaY de los no tan jovenes. Podemos encontrar tres causas y una consecuencia:
1. Las grandes ideas de la modernidad se han hundido. El horizonte que se tenía de las utopías ha desaparecido.
2. El constatar que el logro de la felicidad sobre la tierra no depende del progreso científico-tecnológico.
3. La globalización, la revolución tecnológica y el mundo de la comunicación que han acelerado nuestro ritmo de vida provocando un cambio permanente de los acontecimientos no siempre fácil de asimilar. Esto conlleva una grave dificultad de adaptación. Los sucesos van y vienen pero carecen de finalidad propia. El “laberinto” puede ser el mejor símbolo para señalar la crisis de la modernidad: puedes moverte en todas las direcciones, pero no encuentras la salida. Esto nos invita a instalarnos en la superficie de las cosas y en dejarnos seducir por el triunfo de las apariencias.
Como consecuencia de estas tres causas surge una cultura de la frivolidad que nos invita a saborear el presente despreocupándonos por el futuro y el pasado. Una cultura de la imagen, de la máscara, de lo fragmentario. Lo importante es atrapar el instante. Ya no se entiende muy bien eso de ser auténticos: lo decisivo es la apariencia. Cada cual vive su propia imagen. La moda, los festivales de rock, el botellón, etc. nos ayudan a compensar la angustia de tener que vivir en un mundo que no comprendemos.
Ante todo esto el movimiento de la Nueva Era, como un gran río que fluye con muchos arroyos, representa una forma típica de la sensibilidad contemporánea que se cuela fácilmente entre los jóvenes. La Nueva Era se orienta no a la razón sino a la intuición para apropiarse de los misterios, de lo desconocido, de los poderes no desarrollados del cerebro.
La Nueva Era es un cajón donde todo cabe, desde el esoterismo más dudoso hasta asuntos serios, como la filosofía trascendental, los últimos movimientos de la física o un misticismo sano. La Nueva Era cree que cualquier religión naturista anterior al cristianismo es más genuina y real. La Nueva Era acusa al cristianismo de una carencia de experiencia vivida, de desconfianza respecto a la mística, de incesantes exhortaciones morales y de exagerada insistencia en la ortodoxia de la doctrina.
¿Qué diferencia hay entre secta y las religiones orientales?
Las religiones orientales se presentan ofreciendo el camino de la unidad y de la fusión que tanto ansía la humanidad. Además enseñan que el punto de apoyo de la verdadera religiosidad es más la experiencia y el sentimiento que la razón y la autoridad, ofreciendo técnicas, caminos y modos de acercamiento a la divinidad.
Ésta es a veces la debilidad del cristianismo de Occidente: Predicamos la unión con Dios, pero no ofrecemos a los iniciados los caminos adecuados para esa unión. El maestro espiritual de la India o del Japón acompaña, paso a paso, al iniciado en su proceso hacia la iluminación. La religiosidad oriental, en el sentido más amplio del término, está omnipresente en los ambientes de la Nueva Era.
La New Age es más bien un movimiento que una secta, un espíritu alternativo a la tradición religiosa dominante en Occidente, que es la cristiana, y tiene la esperanza de que la actual Era de Acuario ocupará el lugar de la anterior Era de Piscis, que según ellos estaba regida por el cristianismo. Pero hay sectas de matriz oriental que ponen de relieve alguno de los aspectos que se incluyen en la Nueva Era.
¿Dónde está el riesgo? En que un líder explote un valor en sí bueno, pero decapitado, y lo convierta en un absoluto, manipulando a sus seguidores para conseguir dinero y poder. Así por poner algunos ejemplos tendríamos: a) de matriz hinduista a Rajneesh, Sai Baba, el guru indio de los Beatles, o el fundador de los Hare Krisna; b) de matriz budista podríamos citar al grupo de la Verdad Suprema; y, finalmente, c) de matriz confucianista al grupo Falun Gong perseguidos hoy en China.
A mi modo de ver, los cristianos tenemos que mirar el mundo de la Nueva Era con ojos críticos y a la vez misericordiosos para valorar todo que hay en ella de bueno y hacer que llegue a su plenitud en Cristo, que es la Verdad, la Belleza y la Bondad absoluta. Tenemos que hablar con la sensibilidad de los jóvenes y desarrollar nuestra imaginación creadora en el ámbito de la pastoral y de la liturgia; estoy pensando, por ejemplo, en la Comunidad Ecuménica de Taizé (Francia)
Por supuesto, es un tema abierto al debate.