separateurCreated with Sketch.

Muchas denuncias contra Juan Pablo II, más sentimiento que razón

whatsappfacebooktwitter-xemailnative
Jaime Septién - publicado el 24/04/14
whatsappfacebooktwitter-xemailnative

Una conversación con el filósofo mexicano Rodrigo Guerra López (Parte I)

Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.


Deseo donar en 3 clics

En seguimiento al acontecimiento axial que se celebrará el próximo domingo 27 de abril en Roma, Aleteia ha querido tomar la opinión de uno de los más profundos conocedores del pensamiento y la obra tanto filosófica como pastoral de Karol Wojtyla, Juan Pablo II: el filósofo mexicano Rodrigo Guerra López. 

Especialmente, en esta primera parte de la entrevista, se aborda la importancia para el mundo moderno de la canonización del Papa Wojtyla y la Cruz que tuvo que cargar por denuncias dolorosas de abusos en la Iglesia, denuncias que él no encubrió.
 
—–
 
Juan Pablo II murió hace nueve años, su canonización está próxima, ¿qué significa este acontecimiento en el contexto global actual?
 
El momento presente posee un perfil complejo: por un lado existen tensiones sumamente dolorosas en países como Ucrania, Venezuela o México que exhiben la falta de maduración de procesos sociales y políticos que respondan a la dignidad de la persona humana y a su legítima soberanía cultural.
 
La ideología – cualquiera que esta sea – tiende a sofocar la experiencia humana elemental, es decir, el conjunto de evidencias que el corazón posee y que lo impulsan a buscar la verdad, la bondad, la belleza y la justicia. Estamos en un momento marcado por el arribo de un cierto pensamiento único que privilegia los centros de poder político y económico y desprecia las periferias.
 
Por otra parte, una nueva sensibilidad a favor de los derechos humanos, el medio ambiente sano, el reconocimiento de la pluriculturalidad de las comunidades y la dignidad de los más pobres, se extiende en todos los ambientes. En los lugares más diversos como Buenos Aires, La Habana, Barcelona, Viena, Cracovia, Dubrovnik, Moscú o Pekín encontramos hombres y mujeres deseosos de encontrar respuestas verdaderas a las preguntas más radicales, aquellas que definen la existencia humana.
 
En este contexto, la canonización de Juan Pablo II no podía ser más providencial. Precisamente él, de manera muy adelantada, vio el perfil de la nueva cultura emergente y se arriesgó a proclamar que la verdad del hombre que encontramos en Cristo, una vez más puede responder a los desafíos del corazón humano y a los retos del momento presente.
 
Pareciera que usted insinúa una dimensión perenne del pensamiento y del testimonio de Juan Pablo II…
 
En efecto, cada santo posee un contexto que explica en parte su vida, su respuesta a la gracia y el modo cómo se desarrolla su personalidad humana y cristiana. Sin embargo, todo esto sucede en Juan Pablo II acompañado de una dimensión que trasciende, por mucho, el horizonte histórico que lo enmarcó.

Pensemos por un momento en su enseñanza como pontífice. Esta posee tal nivel sapiencial y tal organicidad que sólo es comparable con los Padres y Doctores de la Iglesia que contribuyen de manera singular y permanente a comprender las virtualidades del dato revelado y la estructura del mundo.
 
Las críticas a la canonización de Juan Pablo II no se han hecho esperar. Algunas personas piensan que la controversia sobre el modo cómo la Iglesia afrontó los casos de abuso sexual en diversas partes del mundo serían suficiente razón para ser más cautos en el esfuerzo de llevarlo a los altares. ¿Usted qué opina?
 
El dolor y la indignación provocados por los casos de abuso sexual del clero es muy grande. La documentación que se ha publicado exhibiendo silencios y complicidades también lo es. Sin embargo, todo esto reunido no sólo no ha dado una prueba concluyente de una posible complicidad pontificia en estos graves crímenes sino que ha permitido mostrar que el propio Papa Juan Pablo II, conforme fue adquiriendo conciencia del problema en los últimos años de su vida, promovió una firme política de “tolerancia cero” que luego Benedicto XVI continuaría.

 
Estoy convencido que muchas denuncias realizadas contra Juan Pablo II son más fruto de los sentimientos surgidos tras el dolor que del uso riguroso e imparcial de la razón. En estos temas, es muy fácil apasionarse y extraviarse.

Por otra parte, es importante ser muy prudentes al juzgar. Las deficiencias de algunos enfoques no deben eclipsar la parte de verdad que pudiera encontrarse entre líneas. Aún así, y atendiendo a los hechos, Juan Pablo II y Benedicto XVI no pueden ser considerados encubridores.
 
Pareciera que Juan Pablo II sigue cargando una pesada cruz aún después de muerto, ¿no le parece?
 
Esto que usted señala es realmente profundo. San Pablo decía que él completaba en su carne lo que le faltaba a los padecimientos de Cristo, a favor de su cuerpo, que es la Iglesia. Hoy el Papa Juan Pablo II en ciertos ambientes es cargado con faltas que él no cometió. En cierto sentido, toda su vida se preparó para ello. Todos los viernes, aún en medio de sus intensos viajes apostólicos, solía rezar el Vía crucis.
 
Un día antes de morir, hacía las 10 de la mañana, intentó decir algo a los amigos que lo rodeaban sin que ellos llegaran a entenderlo. Le llevaron una hoja y una pluma. El Papa escribió que dado que era viernes, deseaba hacer el camino de la cruz. Una monjita lo leyó en voz alta, mientras él, con gran esfuerzo, se santiguaba cada vez que iniciaba una estación. Acompañar a Jesús en el camino de la Cruz, es disponerse también a soportar la propia.

¿Te ha gustado leer este artículo? ¿Deseas leer más?

Recibe Aleteia cada día.

Aleteia vive gracias a sus donaciones

Permítenos continuar nuestra misión de compartir información cristiana y bellas historias apoyándonos.