Francisco recibe a los alcaldes de Italia
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Al recibir este sábado en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano a la Asociación Nacional de los Ayuntamientos italianos, el Papa Francisco les dijo que la cercanía a los ciudadanos es una “palabra clave” para la buena política, y también para la pastoral, porque la política, como servicio, comienza precisamente por la proximidad a la gente, a la vida real.
El Santo Padre también les dijo que el bien común es la “estrella polar” de todo compromiso en favor de la colectividad, destacando que en la actualidad, a él se opone la cultura del individualismo exasperado, de los intereses sectoriales, de los derechos subjetivos.
Al recordarles que viven en primera persona la tensión entre la globalización y el localismo, que no puede resolverse excluyendo a uno de los dos aspectos, sino más bien asumiendo plenamente los desafíos planteados por el nivel local, sin cerrarse, y teniendo abierta la mirada a la dimensión global, el Pontífice les dijo que su tarea es precisamente la de enlazar las cuestiones específicas y originales de cada uno de los territorios construyendo puentes y sólidos lazos con las instancias superiores.
También destacó que cada día están llamados a afrontar problemas locales y que lo hacen teniendo presente una perspectiva más amplia.
Refiriéndose al nivel “global” el Papa Francisco afirmó que hoy suele percibirse como un peso, a causa de la crisis y de la consecuente reducción de los recursos disponibles. Por esta razón, destacó que el trabajo de los alcaldes es más valioso aún; porque cuando los recursos son pocos, es necesario administrarlos con mayor atención, con inteligencia y con gran sentido de la justicia.
También les recordó que pueden recurrir al secular patrimonio de experiencias de los ayuntamientos italianos, aplicando con sabiduría el principio de la subsidiaridad y el de la solidaridad. Mientras la fe cristiana, que en el curso de los siglos ha permeado las culturas, ha favorecido el enraizamiento de una cultura de paz, abierta a un horizonte de plenitud y de felicidad que es el del Reino de Dios.
Antes de impartirles su bendición apostólica, extensiva a sus ayuntamientos, colaboradores y la entera nación italiana, el Obispo de Roma manifestó su deseo de que las raíces cristianas los ayuden también hoy a ser hombres y mujeres anclados firmemente a la tierra pero con un horizonte alto que los anime y los sostenga para realizar los pequeños pasos de cada día.
Por María Fernanda Bernasconi
Artículo publicado originalmente en Radio Vaticano