¿Una respuesta, 15 años más tarde, al llamado de Juan Pablo II a que “Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”?
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Los pasos que está dando Raúl Castro en la apertura de la economía cubana podrían significar una respuesta, 15 años más tarde, al llamado del papa Juan Pablo II en su histórica visita a La Habana a que “Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”.
Lo cierto es que esta semana se ha anunciado que las empresas extranjeras que deseen invertir en la isla caribeña, tendrán una exención en el pago del impuesto sobre los ingresos personales durante el plazo de ocho años y gozarán de una tasa especial del 15% en lugar del 30% actual.
El vocero: Juventud Rebelde
Como sucede en un régimen que durante más de cincuenta años se ha acostumbrado a cocinar decisiones en lo oscuro, estos nuevos lineamientos de la Ley de Inversión Extranjera fueron “adelantados” ayer miércoles por el diario oficial Juventud Rebelde.
Para muchos cubanos, formados en la vieja guardia de las condenas castristas al dinero externo y educado en el nacionalismo revolucionario comunista y antiimperialista, el proyecto de ley formulado por el gobierno de Raúl Castro y que será sometido al debate y aprobación del Parlamento cubano el próximo 29 de marzo, ha de sonar, por lo menos, extraño.
Acostumbrados a motejar las inversiones extranjeras como emisarias del imperialismo, particularmente del “imperialismo yanqui”, quizá vean con malos ojos una iniciativa de ley que prevé para los inversionistas extranjeros "un régimen especial de tributación que es realmente ventajoso", resalta el periódico de los jóvenes revolucionarios cubanos.
El hecho de dar “ventajas” al capital externo muestra no otra cosa que la necesidad de Cuba de enderezar su alicaída economía.
El debate sobre la ley de inversiones extranjeras contempla, también, “la exención del pago de impuestos sobre utilidades a las empresas mixtas y partes en los contratos de asociación económica por un periodo de ocho años a partir de su constitución", según ha adelantado Juventud Rebelde en su edición del día de ayer.
Sobre este último punto, el Gobierno podrá decidir ampliar el plazo, pues una vez concluido se les aplicaría "un tipo impositivo del 15% sobre la utilidad neta imponible". Sin embargo, cuando "concurra la explotación de recursos naturales, renovables o no, puede aumentarse el tipo impositivo sobre utilidades, por decisión del Consejo de Ministros" hasta el 50%, precisa el diario oficial.
En un tema inusitado –por lo menos para los parámetros de la Cuba de Fidel Castro–, el proyecto de ley contempla "bonificaciones de hasta el 50% en varios impuestos, según sea el caso”. Los detalles de la iniciativa han sido adelantados por el presidente de la comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos de la Asamblea Nacional, José Luis Toledo Santander.
Adiós a las expropiaciones
De acuerdo con la información manejada por Juventud Rebelde, el objetivo de la ley es "ofrecer mayores incentivos a la inversión extranjera y asegurar que la atracción del capital foráneo contribuya eficazmente al desarrollo económico del país”, pero desde "la protección y el uso racional de nuestros recursos humanos y naturales, y el respeto irrestricto a la soberanía y la independencia de la República".
Como una muestra de que la economía cubana se encuentra con el agua al cuello, la directora general de Inversión del Ministerio de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Deborah Rivas, subrayó en rueda de prensa que esta ley responde "a los cambios que tienen lugar en la economía nacional como consecuencia de la actualización del modelo económico" puesto en marcha por Raúl Castro.
En un lenguaje muy propio de la nueva ola cubana, el proyecto de ley sobre inversiones extranjeras se deslinda del fantasma de la expropiación, que todavía usa la Venezuela de Chávez y Maduro, para ofrecer a los extranjeros que quieran invertir en la isla plena protección y seguridad jurídica, por lo que sus inversiones "no podrán ser expropiadas, salvo motivos de utilidad pública o interés social previamente declarados por el Consejo de Ministros".
Esta última situación se realizaría, aclara Juventud Rebelde, en concordancia con la Constitución y los tratados internacionales suscritos por Cuba y con "la debida indemnización, establecida por mutuo acuerdo, pagadera en moneda libremente convertible, y con un árbitro que satisfaga a ambas partes".
Una nueva revolución cubana se avecina, cuando menos en este renglón, que hace 15 años, cuando Fidel Castro recibió a Juan Pablo II, era algo impensable.