Entrevista al canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias y de las Ciencias Sociales, monseñor Marcelo Sánchez Sorondo
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El pasado 17 de marzo, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, tuvo lugar la presentación de la “Global Freedom Network”, un acuerdo sin precedentes entre los representantes de grandes religiones mundiales para erradicar las modernas formas de esclavitud y el tráfico de personas, un tema que le ha preocupado –y ocupado—al Papa Francisco desde que inició su pontificado hace poco más de un año.
En colaboración con la Walk Free Foundation, en la presentación intervinieron el obispo Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias y de las Ciencias Sociales, representando al Santo Padre; Mahmoud Azab, representando al Gran Imam de Al-Azhar, Egipto; David John Moxon, representando al arzobispo de Canterbury, Reverendísimo Justin Welby; y Andrew Forrest, fundador de la Walk Free Foundation.
Aleteia ha sostenido una conversación con monseñor Marcelo Sánchez Sorondo para ahondar sobre las características de este acuerdo que pretende, ni más ni menos, “erradicar la esclavitud moderna y la trata de seres humanos en todo el mundo antes de 2020”.
–En la declaración conjunta de la Global Freedom Network se pone de manifiesto “la capacidad de destrucción violenta de la esclavitud moderna y la trata de seres humanos” y se invita al resto de iglesias cristianas y confesiones religiosas del mundo a intervenir. ¿Cómo lo pueden hacer, monseñor?
A través de nuestra página web de reciente lanzamiento. Ahí pueden unirse a nuestro fin, conocer lo que estamos proponiendo y cómo lo estamos proponiendo. Nuestro único objetivo es erradicar la esclavitud moderna, la trata de personas, que es un crimen de lesa humanidad, como se han puesto de acuerdo, los distintos representantes musulmanes y cristianos. Se pueden adherir a este movimiento y, naturalmente, rezar en conjunto para que esto acabe.
El movimiento es dinámico, lo que quiere decir que queremos adherir a él otras firmas, de líderes religiosos, pero no necesariamente clérigos, sino también laicos. Está abierto a los que quieran participar. Que entren en el mismo Consejo, asesorarnos, y que nos den opiniones de lo que podemos hacer. Sugerencias y propósitos, con el fin de erradicar el tráfico humano y la prostitución, que es, repito, el único objetivo que persigue este acuerdo.
–“Nuestro mundo -se lee en el acuerdo- debe liberarse de estos terribles males y crímenes contra la humanidad. Deben unirse todas las manos y todos los corazones para garantizar esta libertad a todos aquellos que son prisioneros y sufren”. Esto suena mucho al Papa Francisco: ¿qué intervención ha tenido el Papa en este proceso?
El Papa Francisco lo ha seguido personalmente y la intervención más memorable es una nota de él en la cual me pide a mí que intervenga en el tema de la trata de personas y de la trata de órganos. Ustedes dieron noticia del encuentro que tuvimos el pasado noviembre en el Vaticano y que fue el precursor de estos acuerdos.
El Papa ha seguido cada paso que se ha dado sobre el acuerdo y me ha autorizado a que yo firme en nombre de él la Global Freedom Network. Está muy contento con el éxito que ha tenido este primer lanzamiento. Tuve oportunidad de verlo ayer jueves y, de verdad, está muy contento con lo que se ha logrado hasta ahora.
–Este es un acuerdo sin precedentes, monseñor; ¿no le parece?
Es un acuerdo sin precedentes porque se trata de un acuerdo práctico, de realizar acciones, mientras que todo el diálogo ecuménico está basado en los temas religiosos. Lo que nos une y lo nos diferencia y cómo podemos hacer para estar más unidos… En cambio, en este acuerdo dejamos de lado –como primera cuestión– el problema de lo que nos une y nos separa—y nos ponemos de acuerdo en los grandes temas del mundo global.
–Ustedes dicen, en el documento de lanzamiento, que este acuerdo “marca un comienzo y una promesa: las víctimas de la esclavitud moderna y de la trata de personas no serán olvidadas o ignoradas: todos conocerán su historia”. Y agregan algo fundamental: “Vamos a caminar con ellos hacia la libertad”. ¿Cuáles son los aspectos vinculatorios que ustedes estarían tomando en cuenta para que esta promesa se haga realidad?
Los aspectos vinculatorios serán cuando lleguemos a establecer leyes internacionales de modo que los traficantes o los “empresarios” que hacen tráfico humano –en el sentido que utilizan a la gente de un modo que no corresponde a la propia dignidad, que los utilizan como instrumentos y no como personas, para hacer solamente dinero—no lo hagan más. Y para eso se necesitan leyes que lo impidan y lo castiguen.
En lo cual todos estamos de acuerdo –y cada uno lo respalda de acuerdo a sus textos fundentes, en este caso la Biblia, el Corán o la Bhagavad-gita en el futuro—es que es un crimen contra la humanidad. Desde el punto de vista teológico, antropológico y moral. Ahora bien, todo esto tiene que ser considerado por especialistas jurídicos. Tenemos que tener leyes adecuadas, de modo que uno pueda valerse de instrumentos jurídicos para sancionar a los traficantes. Por ejemplo, sancionarlos haciendo que el dinero que hayan obtenido por la trata de personas vaya a parar a resolver el problema de los que han sido dañados por este crimen.
–Monseñor, ¿podría adelantar a los lectores de Aleteia cuáles son los siguientes pasos que se van a dar al respecto de la Global Freedom Network?
Lo próximo que queremos hacer es una declaración formal de los líderes religiosos junto con el Papa en Roma. Eso está todavía en proyecto. Y luego que los presidentes y los líderes importantes del mundo, como Obama, por ejemplo, se adhieran y se ocupen del problema del tráfico humano; el G-8, el G-20, pedirles que lo tomen en consideración. Porque, por ejemplo, todos los países se han adherido al Protocolo de Palermo contra el tráfico humano, pero luego le dan la espalda, no hacen nada.
Para que todos estos protocolos que hay no sean letra muerta se necesitan instrumentos jurídicos y se necesita que las distintas poblaciones, los líderes y la opinión pública estén cada vez más conscientes que existe el problema. Si uno mira para adentro lo ve. A lo mejor lo encuentra en la propia casa, o en la propia empresa, o en el barrio de al lado. Lo que queremos es que este crimen ya no quede impune: que lo veamos como lo que es: un crimen de lesa humanidad, y no volteemos la cara ante ello.