No fue el único caso: junto a historias de barbarie hubo también mucho heroismo
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
En el artículo precedente nos referimos al martirio del padre Krzyzanowski y destacábamos el papel de los alemanes así denominados volksdeutsches y que pertenecían al Selbstschutz de Starogard. Hoy en la siguiente presentación vamos a señalar también el papel de un alemán, pero en este caso para una actitud totalmente opuesta. Es decir vamos a señalar los intentos de un alemán que logró liberar de la cárcel a un sacerdote polaco en su primer arresto y le ofreció su propia casa como refugio temporal.
Volvamos a recordar como marco referencial que junto a las fuerzas de invasión como la Wehrmacht (ejército) Luftwaffe (fuerza aérea) y Kriegsmarine (marina de guerra) que también cometieron sus crímenes junto al aparato represivo de las SS y la gestapo hay que hablar de los alemanes étnicos, es decir, los que vivían en Polonia.
Simplemente transcribo lo que ya hice referencia en el artículo IV sobre el martirio de los padres Sosnowski y Nogalski: “Tan pronto como había pasado el ejército alemán, los hombres de la minoría alemana se reunían en milicias de voluntarios que pronto degeneraban en bandas merodeadoras dedicadas a matar polacos. Finalmente Heinrich Himmler decidió situar estas unidades de autodefensa (Selbstschutz en alemán) bajo el control de las SS. Tenían que servir como fuerza de policía auxiliar pero algunas siguieron con un desenfreno tan asesino que el mismísimo Reinchard Heydrich se quejó de “ciertos intolerables e incontrolados actos de venganza””.
Dejado en claro esto, también encontramos alemanes que se esforzaban por evitar arrestos o liberar de la cárcel a los sacerdotes, como es el caso de hoy y otros a los que haremos referencia más adelante.
Ya al comienzo de la guerra, en los primeros días de septiembre de 1939 el padre Antonio Arasmus fue arrestado y colocado en la cárcel de Kartuz. Gracias a los esfuerzos y a la intervención de un cierto alemán llamado Albert Höhne, dueño de una propiedad en Borcz y amigo del sacerdote, fue liberado de la cárcel. Siguiendo los consejos de este buen alemán y para evitar un nuevo arresto, permaneció por espacio de un mes en la casa de su amigo en Borcz. Durante este tiempo, todos los domingos, a pesar del peligro de una nueva detención, fue a su parroquia para celebrar la misa. Después de un mes, pensando que el peligro había pasado, regresó a Kielpin y vivía en la casa parroquial. Sin embargo varios de sus feligreses le aconsejaron que se escondiera.
Lamentablemente el 27 de octubre de 1939 fue arrestado otra vez. A pesar de una nueva intervención del ya conocido Höhne, la policía alemana lo llevó nuevamente a Kartuz y allí se lo sometió a un interrogatorio. Inmediatamente después lo trasladaron a una zona boscosa junto al camino que va desde Kartuz a Egiertowa. Primero lo golpearon salvajemente dándole puñetazos, pateándolo y golpeándolo con las culatas de los fusiles. Luego ya moribundo lo arrastraron hacia el interior del bosque y lo ejecutaron de un tiro en la nuca. Lo enterraron en una tumba poco profunda. Después saquearon la casa parroquial y obligaron a varios vecinos a destruir la gruta mariana que se encontraba cerca de la iglesia.
Sin embargo los feligreses no se olvidaron de su pastor. Incluso durante la ocupación enterraron el cuerpo del sacerdote más profundamente, y ya el 5 de junio de 1945 se procedió a la exhumación de su cadáver. El examen forense reveló que los brazos y las piernas estaban quebrados. El 13 de junio fue sepultado definitivamente en el cementerio de Kiełpin.
En la escena del crimen se erigió un monumento de piedra con una placa conmemorativa de su martirio.
¿Quién es este sacerdote polaco a quién un alemán intentó salvar y otros “vinieron por él” para arreglar cuentas? He aquí su historia:
El padre Arasmus nació el 21 de febrero de 1894 en Skórcz. Fue hijo de Santiago y Mariana Resmer. Tres días después fue bautizado. Después de terminar la escuela primaria, ingresó en el Colegio Mariano de Pelplin (1908-1912). Luego, becado por la Sociedad Científica de Ayuda de Pomerania y con el apoyo del padre Francisco Podlaszewski, estudió en la escuela de gramática de Wałcz (1912-1914).
Durante la Primera Guerra Mundial fue oficial del ejército alemán, y después de perder una batalla cayó prisionero de los franceses. Siendo testigo y partícipe de las crueldades de los combates en el frente, tuvo que prometer a Dios que si sobrevivía, dedicaría el resto de su vida al Señor y sería sacerdote.
El padre Arasmus sobrevivió a la guerra, y de acuerdo al juramento realizado entró al Seminario Mayor de Pelplin. El 14 de junio de 1924 fue ordenado sacerdote. En su primer lugar de trabajo pastoral se desempeñó como vicario de la iglesia parroquial del Apóstol Santiago el Mayor de Lubichowo y administrador en la parroquia San José de Kasparus. Allí construyó la iglesia y la casa parroquial.
El siguiente, y a la vez el último lugar, en el que ejerció su ministerio pastoral fue la parroquia San Miguel Arcángel de Kiełpin, a donde llegó el 30 de enero de 1929. Su trabajo pastoral en el lugar se caracterizaba por la atención a sus feligreses y el cuidado de su vida espiritual – apoyaba y establecía diferentes asociaciones religiosas (entre otras la Congregación Mariana, los Hijos de María, el Rosario Viviente, la Guardia de Honor del Santísimo Sacramento, la Asociación de Jóvenes), organizó una misión parroquial y ante todo cuidaba que las celebraciones diarias fueran dignas y hermosas. Con particular celo rendía homenaje a la Madre de Dios. Entre sus obras hay que destacar la gruta mariana cerca de la iglesia inspirada en el prototipo de Lourdes.
Fue un sacerdote de profunda fe. Oraba mucho y realmente creía en el gran poder de la oración.
El párroco era sensible a los problemas humanos y apoyaba a las familias necesitadas. Él valoraba mucho la justicia y la verdad, por eso frecuentemente señalaba el mal comportamiento de sus feligreses. En voz alta y abiertamente expresaba su oposición a la sustracción del carbón procedente de los coches que pasaban, quebrantando los mandamientos de Dios y los derechos humanos. Él fue capaz de visitar a las personas que obraban mal en sus casas, para amonestarlos. No tenía miedo de criticar las acciones crueles de los alemanes que vivían en Kiełpin y también la sangrienta política de Hitler. Ardientemente defendió la fe y la cultura polaca. Esto no era del agrado de las autoridades alemanas y lo tenían vigilado. Luego llegó la guerra…
El padre Antonio Arasmus es una figura muy importante para la parroquia de Kiełpin. Pues él la cuidó en tiempos difíciles, durante los cuales quedó grabada en la memoria de sus feligreses la imagen de un sacerdote dedicado a Dios y a su gente, luchando cueste lo que cueste por la fe, la bondad y la justicia.
El padre Antonio Arasmus pertenece al segundo grupo de mártires polacos asesinados por odio a la fe durante el nazismo. El proceso diocesano ya ha concluido. Ahora se encuentra en fase romana.