Habla una alumna del Neuer Schülerkreis Joseph Ratzinger / Papst Benedikt XVI
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¿Hizo un gran acto de libertad el Papa Benedicto renunciando? ¿Cómo se vinculan la verdad y la libertad? Nos lo cuenta María Esther Gómez de Pedro, que acaba de escribir “Libertad en Ratzinger: riesgo y tarea”, publicado por Ediciones Encuentro http://www.ediciones-encuentro.es/libro/libertad-en-ratzinger.html.
La doctora María Esther Gómez de Pedro ha sido profesora en la Universidad San Pablo CEU de Madrid es Directora de Formación de Identidad en el Centro de Estudios Tomistas de la Universidad Santo Tomás, en Santiago de Chile. Desde el año 2011 es miembro del Neuer Schülerkreis Joseph Ratzinger / Papst Benedikt XVI (Nuevo Círculo de Discípulos de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI).
– El Papa Benedicto hizo un gran acto de libertad, con su renuncia?
En efecto, pues la verdadera libertad implica, como condición previa, el ser libre de todo aquello que impida vivir en libertad. Y ¿qué es vivir en libertad? Es vivir según lo que somos y según lo que estamos llamados a ser, es decir, vivir en la verdad de ser hombre.
Por ejemplo, si yo soy una persona, y como tal, vivo con otros a mi alrededor con los que construyo ciertas relaciones, sólo si soy honrada con ellos y digo y actúo según la verdad, esas relaciones se construirán según la verdad de la persona, y generarán confianza y permitirán a todos crecer como personas; pero si miento o no soy honrado en esas relaciones, el vínculo se vicia en su misma base y no crezco como persona, pues allí donde hay resquemor y desconfianza, uno no se entrega ni da lo mejor de sí mismo, sino que se reserva y muestra sólo una parte de sí.
En el primer caso es posible amar con amor de éxtasis, no en el segundo, que es un tipo de relación interesada.
Entonces, desprenderse de lo que impide amar y entregarse totalmente a los demás para desempeñar un determinado servicio a la sociedad es un acto de libertad. No estoy apegado a la opinión pública ni a la imagen que tengo conmigo mismo si soy capaz de desprenderme de ella para amar, para desempeñar el servicio desde el amor.
El verdaderamente libre es capaz de renunciar a sí mismo para amar en el servicio. La verdad en este caso es que la acción personal se pone al servicio del bien de los demás, a lo que se subordina lo primero, y no al revés.
Desde el momento en que el Papa emérito veía en su condición -física y psicológica- un impedimento para realizar su misión y realizarla con esa plenitud del amor, el hecho de que privilegiara el servicio y la misión frente a su propios gustos personales o la opinión pública, es señal de una libertad interior que busca servir en la verdad por encima de todo, incluso de sí mismo.
– Usted forma parte del Nuevo Círculo de Discípulos de Joseph Ratzinger: qué es lo que ha aprendido, de este pontífice?
He aprendido un irrenunciable amor a la verdad plasmada en multitud de detalles: en el rigor científico presente en sus escritos, en el respeto a todas las personas, en la seriedad con que aborda las teorías en discusión, las analiza concienzudamente, juzga y dictamina lo que hay de verdadero para acogerlo y lo que hay de falso para rechazarlo pero con fundamento, así como la claridad con que expone cualquier doctrina –la claridad es la cortesía del filósofo-.
También he aprendido su amor a los Santos Padres de la Iglesia y al valor exegético de las Sagradas Escrituras; en su actuación como Papa me ha admirado su valentía, lo cual pone de manifiesto su humildad, pues es humilde el que se sabe asentado en la fuerza de la verdad y confía en ella, no tanto en sus cualidades o fuerzas; he admirado su modestia personal y su excepcional capacidad de acogida. Estas cualidades se han puesto de manifiesto en su actitud frente al Nuevo Círculo de Discípulos, al que ha acogido y dado un lugar en el seno de sus encuentros con sus antiguos discípulos.
– En Ratzinger se habla de “ser libre de, para y con”. ¿Nos lo explica en palabras sencillas?
El núcleo de la explicación procede de una verdad fuertemente presente en el pensamiento de Joseph Ratzinger: y es que el ser humano es un ser relacional, es decir, lo que es lo ha recibido de otro con el que tiene una cierta relación y lo que está llamado a vivir ha de vivirlo en relación con ese otro del que ha recibido su ser y con los otros que le rodean. Por eso estas preposiciones a aluden, en primer lugar, a una relaciones: de, para y con.
Hay una procedencia –de Dios, de nuestros padres, nuestros orígenes-, hay una manera de estar en el mundo con otros –no aislados, sino con otros- y hay, en último lugar, una tercera dimensión que orienta el ejercicio de la libertad: no debe centrase en sí mismo ni ser egoísta, sino que es para los demás, a los que necesariamente hay que tener en cuenta en la toma de las decisiones libres.
Por eso la libertad no teme vincularse con otras persona con compromisos, incluso de por vida, es más, tales compromisos garantizan que la libertad sea ejercida según esta verdad. Si volvemos al ejemplo anterior, siempre hay que respetar la persona y sólo una libertad que en su ejercicio la respeta siempre será una verdadera libertad: una libertad con y para. La libertad que brota de esta verdad de la persona es una libertad “compartida”, que en alemán se denomina Mitfreiheit. Esta frase de uno de sus escritos pienso que resume bien esta idea: “la libertad del hombre es compartida en la existencia conjunta de libertades que se limitan y por tanto se apoyan entre sí”. Lo que podría parecer limitante, en el fondo es una garantía de pera el recto ejercicio de la libertad, el que nos plenifica y nos lleva a la ”altura del ser”, a vivir como hijos de Dios.
– Verdad y libertad, cómo se articulan en el pensamiento de Ratzinger?
Están muy estrechamente relacionados, pues la verdad es lo que realmente hace posible y da fundamento a la libertad. Nuestra realidad, lo que somos, es la verdad del hombre. Y como nosotros no somos seres absolutos, sino seres en relación, la libertad ha de entenderse y vivirse a partir de ese ser nuestro, tomando en cuenta las relaciones y los compromisos. La verdad no limita la libertad, sino que la plenifica, pues sólo cuando la libertad responde a lo que somos realmente, en verdad, es cuando se perfecciona. Por eso es fundamental esta relación entre verdad y libertad.