También llamada “Capilla del Tormento” o “De los siete dolores de la Santísima Virgen María”
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Quien visita habitualmente el Santo Sepulcro ha notado, desde hace dos semanas, una cierta efervescencia en torno a la «capilla de los Francos». Muchos visitantes y peregrinos del Santo Sepulcro ignoran hasta el nombre, aunque todos la hayan visto. La capilla de los Francos, cuyo nombre auténtico es «capilla del Espasmo (o Tormento)», o de la «Bienaventurada Virgen María de los Dolores», o «De los siete dolores de la Santísima Virgen María», está literalmente frente a la fachada de la basílica, en la parte superior de la escalinata donde numerosos grupos recuerdan haberse hecho la tradicional foto de recuerdo.
En el Medievo era la entrada que permitía acceder directamente al Calvario desde la plaza, como indica el rico artículo histórico escrito por fray Eugenio Alliata, arqueólogo del Studium Biblicum Franciscanum (artículo que puede leer siguiendo este enlace).
Construida por los cruzados, esta entrada que permitía hacer más fluido el acceso a la basílica a los numerosos peregrinos de la época, estaba ricamente adornada con mosaicos y capiteles. A finales del Reino franco, cuando las puertas de la basílica fueron tapiadas por Saladino, el recuerdo de la Virgen María a los pies de la cruz se unió al único lugar que permaneció accesible sin tener que pagar la tasa de ingreso. A continuación, la entrada fue embellecida con una pintura del mismo tema y colocado en un retablo de madera dorada, que data del siglo XVIII (véase el mismo artículo). Así, el ingreso se convirtió en un lugar de culto.
La efervescencia actual se debe al hecho de que la capilla, propiedad de los franciscanos, está siendo restaurada. Esta mañana, como indica fray Sergio Galdi, que ha venido a la obra para reunirse con los expertos, «la Custodia, que custodia los santos lugares, está desempeñando su papel. Preocupada por el patrimonio que gestiona en nombre de la Iglesia latina, la Custodia está restaurando esta capilla que es una joya de la basílica».
A su lado, los expertos intercambian opiniones. Alessandra Didoné, restauradora de las pinturas en tela y de los marcos, ha entrado por primera esta mañana en la capilla. Con Osama Hamdan, arqueólogo, discute sobre sus primeras impresiones. El padre Eugenio Alliata ha venido también él para informarse de los primeros sondeos sobre el mosaico y las pruebas de limpieza de la piedra y de los capiteles, que van desde la limpieza hecha con aceite al uso del ultrasonido. «Buscamos el medio más eficaz y menos invasivo», explica Osama.
«El hecho de que la basílica se haya mantenido durante siglos ha contribuido a su preservación y su estado general es bueno», explica fray Eugenio. Además, en el pasado, según los arqueólogos, estaba enteramente recubierta de mosaicos. El retablo data del siglo XVIII, mientras que la pintura que está en su centro podría ser del siglo XIX. «La Custodia ha realizado numerosas restauraciones en esta capilla, como lo atestiguan los textos de que disponemos y que nos permiten conocer la evolución de los lugares. Antes de las ventanas actuales había vidrieras; se quitaron durante los años setenta del siglo pasado, pero más atrás en el tiempo, los testimonios discrepan sobre su descripción, permitiéndonos pensar que a través de los tiempos ha habido al menos tres tipos distintos de ventanas».
Artículo publicado originalmente por la Custodia de Tierra Santa
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