La Conferencia Episcopal Española abre el debate sobre cómo destinar conventos deshabitados a uso asistencial en vez de hotelero“Realmente es un tema que merece la reflexión, y la Conferencia Episcopal ha sabido verlo. Me parece bien que se comience a hablar de ello”, afirma Ignacio González-Varas Ibáñez, profesor titular de la Escuela de Arquitectura de Toledo (Universidad de Castilla-La Mancha). Las VIII Jornadas de Estudio e Información de la Comisión Episcopal de Patrimonio Cultural –celebradas el pasado 11 y 12 de febrero en Madrid– tuvieron presentes las palabras del papa Francisco el pasado mes de septiembre durante su visita al centro Astalli, de ayuda a los refugiados en Roma.
“Los conventos vacíos no deben servir a la Iglesia para transformarlos en alojamientos y ganar dinero. Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo, que son los refugiados. El Señor llama a vivir con más coraje y generosidad la acogida en la comunidad, en las casas, en los conventos vacíos…”.
El director del Secretariado de Patrimonio Cultural, Manuel Íñiguez Ruiz-Clavijo, ha sido el primero en ver la necesidad de abordar lo que dice el Papa: “Estamos en ello. Nosotros no queremos un patrimonio muerto, sino vivo. Al servicio de la Iglesia en su misión fundamental del culto y la evangelización, de su función caritativa y social o cultural”.
Y añade: “Por supuesto que nos preocupa qué uso darle a estos edificios deshabitados. La respuesta sería la reconversión de todos estos inmuebles para fines de bien social de la Iglesia, como pueden ser residencia de ancianos, acogida de emigrantes, o dedicados a la enseñanza, como guarderías, por ejemplo”, afirma. Pero no es fácil. Sobre todo, si tenemos en cuenta una doble perspectiva.
Una, la conservación del inmueble histórico, sea Bien de Interés Cultural (BIC) o solo edificio singular. Dos, el mantenimiento de la institución propiamente de asistencia social. “Estamos hablando de actividades que son objeto de auxilio social –explica Íñiguez–, la cuestión es si solo la Iglesia debe hacerse cargo de ello o contar con la ayuda de la Administración”.
Ahí está el problema. “Además, una cosa es dedicarlas a un uso social y otra es conservar esos edificios. Mantener el patrimonio requiere una gran cantidad de dinero, la pregunta es si la Iglesia puede estar sola al frente de esto”.
En España no existe ningún catálogo que recoja el número de edificios eclesiásticos que están deshabitados o han sido desacralizados. “No lo hay –confirma Íñíguez–. Todas las diócesis tienen sus inventarios y su catalogación de bienes; pero la Conferencia Episcopal no. Luego hay otro patrimonio que, siendo de la Iglesia, es propio de las comunidades religiosas, que son autónomas”.
Artículo publicado originalmente por Vida Nueva