Arzobispo de Mérida: Si los estudiantes protestan, lo primero es preguntarse si responde a una causa justa o no
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Celebrar el bicentenario de la batalla de La Victoria, día de la juventud, con la represión de que han sido objeto los estudiantes de la ULA en San Cristóbal y Mérida en estos días, es una contradicción. La violencia desatada contra ellos es desproporcionada e injusta.
Desde México, donde me encuentro cumpliendo compromisos pastorales, comparto la angustia de los jóvenes estudiantes, de sus familiares, de la comunidad universitaria y de la sociedad toda.
Acusar de terrorismo, detener sin previa averiguación, trasladar a otra ciudad a los estudiantes y según testimonio de familiares, estar en condiciones infrahumanas, pone en tela de juicio, el comportamiento de las autoridades.
Si los estudiantes protestan, lo primero es preguntarse si responde a una causa justa o no. Sin dialogo previo, sin respeto a la integridad física y a la dignidad que merecen como personas, deja un interrogante sobre la razón de ser del estado de derecho.
Todo gobierno tiene la obligación de respetar el derecho a la protesta, de entablar conversaciones con los interesados y las autoridades universitarias y no ver a priori que su prioridad es la revolución. La prioridad de todo gobierno es satisfacer las demandas de la población, incluidos los que manifiestan.
Si se actúa con tanta fiereza contra los estudiantes, ¿por que se permite que brigadas de choque actúen impunemente, provocando daños a personas y bienes?
La justicia tiene como requerimiento ineludible la simetría, y esta exige el cultivo de la igualdad: igual dignidad, iguales derechos, responsabilidades y oportunidades.
Necesitamos a nuestros jóvenes vivos y con salud. No puede ser el gobierno promotor de violencia y existen muchas formas de buscar la paz sin represión y saña.
Hagamos nuestra la exigencia de las bienaventuranzas, que proclaman dichosos a los que trabajan por la paz y a los perseguidos por la causa del bien porque el reino de Dios les pertenece.
Oremos por la paz, la concordia y el entendimiento de todos los venezolanos y por el derecho a manifestar de quienes sienten que sus reclamos no son escuchados. Que la sensatez prive sobre todo, y en primer lugar deben tenerla quienes han sido puestos para garantizar la vida y tranquilidad de todos.
No mas represión y muerte. En nombre de Dios respetemos y cuidemos la vida de todos.
Que el día de la juventud no esté manchado con la sangre y el dolor, sino que esté rociado con los frutos de la paz y la esperanza. Hagamos nuestro el llamado del Papa Francisco: la paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres.
Que el Señor y la Virgen bendigan y preserven de todo mal a nuestros jóvenes universitarios.
Por monseñor Baltazar Porras, Arzobispo de Mérida. Artículo publicado originalmente por Reporte Católico Laico