Pensamientos en torno al acompañamiento espiritual
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En ocasiones me he encontrado con personas que parecen tener muy claro lo que hay que hacer. Emanan seguridad y es como si me dijeran en cada momento: «Tú lo que tienes que hacer es esto». Tanta seguridad es un regalo para ellos. Lo que me maravilla es que sepan incluso lo que a mí me conviene. Tal vez ese don se lo da Dios, ya no lo sé.
Personalmente me cuesta ver así la vida. Tengo mis certezas y también mis dudas. Aconsejo sin pretender que me hagan caso, en ocasiones tal vez lo tengo yo claro, en otras, sin embargo, dudo. Pero jamás le diría a nadie: «Tú lo que tienes que hacer es esto». No sé, formas de ser, manías, respeto. No es mi estilo.
Tal vez exagero porque muchos quieren que les digan esta frase. Para quedarse tranquilos y hacer lo que tienen que hacer sin titubear a cada paso, sin dejarse llevar por los miedos. Tal vez así ya no temen equivocarse, porque, en ese caso, el que se equivoca es el que lo tiene claro, no el que obedece. Algunos incluso llegan a pensar que lo que yo les sugiero hacer viene de mí, cuando en realidad sólo asiento a lo que ellos quieren. A lo mejor es su defensa, su seguridad.
Lo cierto es que no veo que la vida se resuelva tan fácilmente. Normalmente caminamos en ese claroscuro de los bosques, atravesamos puertas que sólo dejan ver una rendija, sorteamos los peligros de la vida y, sobre todo, confiamos.
Sí, confiamos en un Dios que permanece oculto y se hace el encontradizo. En un Dios que nos ama y no se baja nunca de nuestra cruz. Es por eso que la cruz llega a ser una bendición. Porque allí Cristo nos bendice, porque su amor se derrama desde su llaga abierta.
Mientras tanto, avanzamos lentamente, con preguntas y respuestas, descifrando enigmas. Buscamos las huellas de Dios algo ocultas en la vida. Entre sombras. Con miedos y dudas. Con rayos de luz que iluminan el sendero, que dan esperanza, que muestran el camino. Es la luz de la fe, de la esperanza, del amor, la única luz que nos ayuda a caminar y esperar.
Así es en la vida. Una luz que irrumpe en medio de una noche de dudas. Y nuestras preguntas nos hacen detenernos a buscar respuestas. La vida es sencilla. Al mismo tiempo algo compleja.
La felicidad consiste en saborear la paz que da saber que recorremos el camino que Dios quiere para nosotros. Paso a paso, siguiendo sus pasos, haciendo nuestros sus sentimientos, comportándonos como Él se ha comportado, amando como Él lo hizo, hasta la cruz, hasta la muerte. Haciendo que la luz se imponga en la noche. Resolviendo dudas en la luz del amor. Así de sencillo y complejo.